viernes, 3 de diciembre de 2010

El río Yacuma ofrece una experiencia inolvidable

Son cinco horas que dura, más o menos, un recorrido por el río Yacuma en el Beni. De este tiempo, ni un solo instante es igual.

Desde que sale el bote, en uno de los pequeños puertos del río en las Pampas del Yacuma, en el municipio de Santa Rosa, hasta que regresa la embarcación, es posible encontrarse con una fascinante variedad de especies animales.

Saurios de diverso tamaño y tortugas que adornan los troncos o las piedras del Yacuma, son probablemente lo más repetido de la travesía. Es una experiencia inolvidable.

Rompe ese dominio de lagartos y caimanes, los delfines rosados (bufeos) que son un poco más difíciles de fotografiar, pero que con su nado elegante le han dado una magia especial a este río. Hay que ser paciente para verlos jugar enfrente del bote' son segundos maravillosos.

El viaje

Para llegar a este hermoso rincón de la naturaleza amazónica, es preciso iniciar el recorrido en Rurrenabaque, la puerta de ingreso a la región.

De allí, el viaje por tierra puede durar entre cuatro a cinco horas, dependiendo de la época, pero también en este recorrido Rurrenabaque, Reyes y Santa Rosa es posible un encuentro maravilloso con el paisaje.

Una vez en Santa Rosa, el traslado a uno de los albergues cerca del río puede demorar apenas minutos. El Bala, por ejemplo, posee uno de los sitios más cuidados, Caracoles. Sus cabañas cómodas y provistas de energía solar son poseedoras de un encanto especial de paz y música regalada por el canto de las aves.

A metros del albergue está el puerto donde comienza un recorrido, siempre diferente.

Guerra y paz

Los guías se encargan de explicarlo todo durante el recorrido; de cómo es posible observar una convivencia extraordinaria en las orillas del Yacuma que en época seca tiene un ancho mínimo y muy poca profundidad, que es posible un contacto casi directo con la fauna.

Pero esa paz, en la que es posible observar casi lado a lado a lagartos, tortugas y capibaras, se transforma en guerra por la noche. Cada animal defiende a sus crías, su territorio, incluso a costo de su vida o al menos a partes de su cuerpo.

No es extraño ver lagartos con la cola o las extremidades mutiladas por los dientes de un feroz adversario.

La sinfonía de animales que se cruzan por el río hace de este viaje una sensación indescriptible, quizá entendible sólo por la extraordinaria preservación del ecosistema.

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