domingo, 3 de julio de 2011

Machu Picchu: Cien años mostrándose al mundo

Una historia de aventuras, secretos y no poca buena suerte llevó hace 100 años al explorador norteamericano Hiram Bingham hasta las alturas de la selva de los Andes del sur de Perú, donde se encontró con la ciudadela Inca de Machu Picchu, considerada una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo.

Machu Picchu marca un antes y un después para el turismo en Perú y, aunque ahora es visitada por casi un millón de personas al año, pocos conocen la historia que llevó a Hiram Bingham a esa ciudadela perdida, pero no totalmente desconocida, durante cuatro siglos.

Fue el 24 de julio de 1911 cuando este profesor de la Universidad de Yale ascendió hasta la cumbre de la "montaña vieja" (la traducción al español del quechua Machu Picchu) para encontrarse con las ruinas de las construcciones incas cubiertas por la vegetación selvática de la región peruana del Cuzco.

EL INTERÉS POR SIMÓN BOLÍVAR

Pero, en realidad, fue casi una casualidad la que llevó a este explorador y aventurero, que se había interesado en la historia de Latinoamérica a partir de su admiración por el Libertador Simón Bolívar, a dar con la "Ciudad perdida de los Incas".

El norteamericano buscaba en realidad Vilcabamba, la ciudad perdida mencionada en las antiguas crónicas como el último refugio de la resistencia indígena, liderada por el Inca Manco, contra los conquistadores españoles.

Bingham, que recorría el sur peruano en una expedición patrocinada por la National Geographic Society, llegó a las cercanías de las ruinas después de recorrer a pie y a lomos de mula los 112 kilómetros desde la ciudad del Cuzco.

Contaba para su exploración con los valiosos testimonios de numerosas personas, entre ellas del joven académico norteamericano Albert Giesecke, por entonces rector de la Universidad del Cuzco, quien le dio las referencias para ubicar a un campesino que le había hablado de unas antiguas ruinas.

Precisamente, ya en la zona del río Urubamba, Bingham encontró a Melchor Arteaga, el indígena que poco después lo guió a él y al sargento peruano Carrasco hasta la cima de la montaña donde se encontraba el sitio arqueológico.

Pero a partir del descubrimiento inesperado, que en un primer momento mantuvo en absoluto secreto, Bingham preparó una segunda expedición, que realizó en 1912, y que terminó dándole fama mundial cuando publicó sus resultados en un número especial de la revista de la National Geographic Society.

LA VUELTA DE LAS PIEZAS

Sin embargo, en Perú y en Cuzco rondó siempre la sombra de una aparente manipulación que realizó el explorador, tanto de las ruinas como de los restos arqueológicos que encontró, ya que se llevó a Yale más de cuatro mil piezas para su estudio con una autorización temporal y nunca las devolvió.

Tras ser estudiadas durante más de 90 años en la universidad norteamericana, el Gobierno peruano logró coronar, este año 2011, un acuerdo para que sean devueltas a su lugar de origen.

En abril pasado, 363 piezas en condiciones de ser exhibidas de inmediato llegaron a Lima y fueron expuestas ante decenas de miles de personas durante dos semanas en el Palacio de Gobierno antes de ser llevadas a Cuzco.

Según el Ejecutivo peruano, los demás restos y piezas arqueológicas serán devueltas en varias etapas hasta completar el total, a fines de 2012, con lo que se deberá haber cerrado la polémica sobre la ciudad perdida de los Incas.

Y aunque el Gobierno de Alan García decidió denominar al 2011 como el "Año del centenario del descubrimiento de Machu Picchu para el mundo", muchos han recordado que eso deja en claro que Bingham no fue el primer hombre en llegar a aquel mágico lugar.

Según los testimonios históricos, en 1902 el lugar fue visitado por el hacendado cuzqueño Agustín Lizárraga, quien incluso dejó una inscripción, que desapareció luego, con su nombre y el año de su visita, en una de las grandes piedras pulidas de la ciudadela.

EL MISTERIO DE SU ORIGEN

Lizárraga, que realizó las primeras labores de limpieza de las ruinas, estuvo acompañado por los peruanos Justo A. Ochoa, Gabino Sánchez y Enrique Palma, pero murió ahogado en el río Vilcanota en febrero de 1912, por lo que no pudo reclamar su descubrimiento.

Pero incluso antes que él, ya existieron mapas del siglo XIX en los que se señalaba el sitio de Machu Picchu y, si se retrocede más en el tiempo, los primeros indicios de su existencia son de 1565, cuando en los escritos de Diego Rodríguez de Figueroa aparecía con el nombre de "Pijchu".

Cien años después de su reconocimiento mundial, y en medio de estas aclaraciones y precisiones, existe consenso en que, si bien Bingham no fue el descubridor, sí fue la primera persona que supo darse cuenta de la importancia histórica del sitio que se conocería como "la joya del Inca".

El enigma sobre su origen y función se mantiene sin embargo sobre las cumbres escarpadas, cubiertas de verdor, de las montañas andinas, ya que para algunos ésta fue la morada de descanso de Pachacutec, el más importante organizador del Imperio Inca.

Otros investigadores creen, sin embargo, que Machu Picchu fue una pequeña capital de la región Inca que colindaba con el territorio de las tribus amazónicas (Antisuyo) y eso explica que fuera abandonada, y luego abrazada por la densa selva, en medio del gran cataclismo social que significó la llegada de los conquistadores españoles.

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