domingo, 24 de junio de 2012

La fiesta de San Juan de antaño

Eran las 06:30 de la mañana, pocas veces Patricia -una niña de siete años- despertaba a esa hora para saltar de la cama y correr al patio central de la casa de sus abuelos, en Capinota, para integrar la tropa que saldría a recolectar leña al monte; pero la ocasión lo ameritaba. Luego de medio día de caminata y una serie de aventuras y travesuras vividas, los niños retornaban al hogar con varios amaros de ramas, leña y tuntusa (arbusto). Ahora sólo tenían que esperar que caiga la noche para reunirse alrededor de la fogata y jugar con los amigos atizando hasta terminar todo lo recolectado.

Patricia fue acumulando los recuerdos año tras año, y de pronto la vivencia cambió de escenario, ahora se trataba de armar la fogata en la ciudad y poco a poco se incrementaban más y más elementos, como ser: estrellitas de bengala, petardos, cuetes, rasca piquis y -claro en una sociedad como la cochabambina- no podía faltar la comida, y si la económía del hogar lo permitía comer un hot dog acompañado de un té caliente.

Así como Patricia, la mayoría de los cochabambinos esperaba con ansias la noche del 23 de junio para compartir en familia y con los vecinos alrededor de una fogata; para así mitigar el frío de lo que se conocía como “la noche más fría del año”.

ORIGEN DE LA FIESTA

No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen de la “Noche de San Juan”, pero sí se conoce que era una de las festividades más antiguas que solía estar ligada a la llegada del Solsticio de Invierno en el hemisferio sur, cuyo rito principal consistía en encender una hoguera. Según investigadores de las tradiciones, este rito tenía la finalidad de "dar más fuerza al sol" que, a partir de esos días, iba haciéndose más "débil" y, por ende, eran más cortos.

Jose Antonio Rocha, docente de la carrera de Antropología y Decano de la facultad de Ciencias Sociales de San Simón asegura que, según los cronistas de la época, un rito similar se realizaba antes de la llegada de los conquistadores españoles. Precisamente en los escritos del cronista Garcilazo de la Vega se describe una festividad en la que los antiguos habitantes de estas tierras celebraban un rito particular, más o menos a finales de junio, denominada “Situaquis”.

Allí narraba como los habitantes salían a las calles en una procesión nocturna, llevando en las manos antorchas encendidas y mantenían la vigilia durante toda la noche. Al llegar los primeros rayos del Sol los pobladores, -de manera simbólica y gestual-, se golpeaban la espalda, y para finalizar la festividad se lavaban el cuerpo con agua, relata Rocha; ya en aquel entonces el estigma de la pureza ya rondaba a la festividad de San Juan.

fiesta mundial

Se sabe que a lo largo y ancho de todo el planeta existían pueblos que tenían conocimientos de astronomía y por ende celebraban alguna fiesta relacionada con el Sol; por ejemplo: el pueblo Inca, del Perú, festejaba su festividad primordial al Sol en la impresionante explanada de Sacsahuamán, cerca de Cuzco.

La fecha “coincidente” era el 24 de junio, y la fiesta se denominaba “Inti-Raymi” o la “Fiesta del Sol”, la cual giraba en torno al ensalzamiento del fuego que también es un canalizador para purificar los pecados del hombre. El cristianismo fue pródigo en sincretizar viejos cultos paganos. El origen se remonta a los tiempos bíblicos con la historia.

apropiación de la celebración

Como en casi todos los países colonizados, los habitantes de Bolivia también se van apropiando de festividades católicas gracias a la presencia de los colonizadores españoles.

De acuerdo al contexto histórico religioso elaborado por la investigadora Rosa Elena Novillo el 24 de junio marca el nacimiento de San Juan el Bautista, hijo de Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María, quien luego se convertiría en predicador y que además bautizaría a Jesús en las aguas del Jordán.

Según algunas creencias populares dicen que en la víspera del 23, a la media noche, todas las aguas son bendecidas y adquieren poderes especiales, como curar enfermedades, purificar el alma y brindar protección a la gente y por ello algunas personas se mojaban. Es así como estos dos símbolos, -fuego (del Espíritu Santo) y agua (de bautizo)- originan las costumbres y tradiciones populares de la noche de San Juan.

Según el antropólogo José Antonio Rocha la Iglesia católica no encontró frenos al instituir esta festividad, puesto que no tenían problemas en asociar esos elementos en las comunidades campesinas e indígenas.

SAN Juan EN TOTORA

Según José Antonio Rocha el valle cochabambino se preparaba con mucha euforia y anticipación, puesto que para estos habitantes en el fondo esta festividad se trata de reponer un tema de manejo simbólico, es decir de la “recuperación” de una tradición ancestral pero practicada a través de la Iglesia católica.

La historiadora Rosa Elena Novillo relata que los jóvenes y niños de Totora comenzaban a prepararse faltando cuatro a seis semanas antes, acopiando la ch’aphra (tallos delgados de los arbustos que sirven de combustible, que son útiles para prender fuego y hacer fogatas) y también la planta del “luí luí”, el cual al ser expuesto al fuego reventaba como cuetillo; estos arbustos eran transportados desde diferentes zonas aledañas a la población como la ch’akatea.

comida y JUEGOS CALIENTES

Según las creencias populares San Juan es la noche más fría del año, era una razón suficiente para organizar fogatas gigantes con leña que no contamina y que además la ceniza y la brasa era aprovechada para preparar el qholly (cocinar patatas, yuca, carne, pescado); el procedimiento era sencillo metían los alimentos en una olla y se enterraba en un hoyo que se cubría con la ceniza, el producto de esta cocción se ofrecía a los miembros de la familia a media noche; por lo general el plato consistía en charque asado a las brasas, el cual se suavizaba martajando la carne, además de las verduras u hortalizas, sin dejar de mencionar la llajwita; todo esto se acompañaba de ponches, té con té, cócteles de fruta o la tradicional chicha del valle.

Rocha asegura que las comidas nocturnas variaban de acuerdo a la zona y su producción agrícola, en algunos casos no cocinaban carnes pero sí colocaban papas y a veces huevos.

De acuerdo a José Antonio Rocha esta fiesta era una celebración familiar, en la que todos participaban. Actualmente la sociedad moderna introdujo otro tipo de alimentación pero en realidad lo importante es compartir.

También existían los juegos, Rosa Elena Novillo cuenta que a los jóvenes totoreños les gustaba saltar sobre la fogata haciendo alarde de su espíritu atlético, que era festejado con aplausos de los invitados que estaban sentados alrededor de las hogueras, que eran inmensas columnas de llamas, que iluminaban y calentaban la pequeña ciudad, acompañados con la música, comida y bebida.

Algo significativo e importante es que en aquel pueblo colonial la tradición mandaba que los niños y jóvenes puedan jugar con agua.

No se debe olvidar que el agua era uno de los elementos de purificación de la celebración como tal que perdió su práctica y por ende su esencia mucho antes de la prohibición de las fogatas, aunque según el antropólogo Rocha la esencia de purificación aún se mantiene en algunas comunidades de los valles. Además de la adquisión de elementos decorativos para adornar a las ovejas, cabras y aves de corral con la idea de que se multipliquen, todo esto canalizado a través del rito de la q’oa.

del pueblo a la ciudad

La fogata era un elemento que también se realizaba en la ciudad, con otros matices pero con el mismo sentimiento.

Antiguamente las fogatas eran reducidas pero se realizaban en cada puerta, por ello todos se encargaban de acopiar muebles viejos o ir a comprar leña de la Calatayud, aunque también se quemaba cualquier objeto que representara un mal recuerdo; de esta manera se vaticinaba un mejor año.

Poco a poco comenzaron a ingresar otro tipo de materiales de combustión como ser llantas, zapatos y más. Objetos que poco a poco comenzaron a contaminar el medioambiente es así que se prohibió el encendido de las fogatas.

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