domingo, 3 de junio de 2012

NUEVA RUTA EN ORURO Turismo por los “Caminos del Tío II”

Pocos sitios del país ofrecen espectaculares destinos en tan poco espacio como los municipios de Toledo y Turco, en el departamento de Oruro, cuyas poblaciones emergidas en los albores de la Colonia estaban íntimamente ligadas a la explotación minera, por haber sido el paso obligado hacia Arica, puerto natural de Potosí, Oruro y otros centros mineros, desde el siglo XVII.

Después de cuatro siglos, actualmente esta ruta sigue siendo transitada, pero convertida en la carretera internacional Oruro-Pisiga. Por la importancia histórica que representa para este departamento, esta vía (inicialmente precolombina, después colonial), actualmente es promovida como la ruta de los “Caminos del Tío II”, cuyo lanzamiento se oficializó el pasado 12 de mayo, por la Gobernación de Oruro.

Iglesias y pueblos de ascendencia colonial, monumentos funerarios arqueológicos, fundiciones, minas de plata y soberbios monumentos pétreos cargados de leyendas sobrenaturales, hacen de los Caminos del Tío un itinerario turístico multidestino.

Consciente de cuán importante es la promoción turística de estos destinos para nuestro país, inicialmente haremos énfasis a la población de Toledo, después en la segunda entrega, será el turno del municipio de Turco, donde su principal atractivo a ser enfocado será la “Ciudad Encantada de Pumiri”.



Travesía turística

Son las cinco de la mañana en la ciudad de Oruro. Como todo buen cronista de turismo, deseoso de conocer los lugares más recónditos de nuestro país, cámara y mochila al hombro, una vez más me dispongo de viajar a mi nuevo destino, que esta vez es la legendaria cuna de los “urus puquina”: Toledo, capital de la provincia Saucarí y Pumiri, la emblemática ciudad de piedra, en el municipio de Turco de la provincia Sajama, ambos en el departamento de Oruro.

Acostumbrado al clima templado del valle cochabambino, lo primero que debo superar es el hálito del crudo frío reinante, que con sus cinco grados bajo cero, me envuelve en su manto invernal, que debido a su intensidad parece decirme que el invierno ya está presente en las calles de Oruro.

Pese a ello, y seguro de mis propósitos, tras tomar los servicios de un taxi llego al punto de partida: la plaza de la estación, lugar de donde a eso de las “seis de la mañana en punto”, está previsto que una comitiva de periodistas orureños, a la cabeza del gobernador de Oruro, Santos Tito, parta en caravana rumbo a las poblaciones citadas, que desde el enfoque turístico, esta ruta es bautizada como los “Caminos del Tío II”. Pero como todo buen boliviano sabemos que eso de la puntualidad, simplemente es un discurso lírico, y esta

Jornada del sábado 12 de mayo, quedó comprobada una vez más esa “costumbre”, porque recién salimos a eso de las siete de la mañana.

A pesar del retraso, una vez embarcados en una vetusta flota de los años 80, pero todo un “correcaminos” en las polvorientas carreteras de éste departamento, finalmente partimos a nuestro destino por la ruta internacional Oruro-Pisiga.

A un principio el viaje parecía que iba a ser monótono, debido a la lectura equivocada que uno tiene de Oruro, donde las apresuradas conjeturas nos hacen suponer que su territorio está compuesto únicamente de inmensas pampas agrestes sin vida.

Evidentemente parte de esto es cierto, pero tan solo llegar al puente español, la realidad nos demuestra que no todo es así, pues la soberbia presencia del lago Uru Uru, alimentada por el río Desaguadero, que se abre espacio hacia el infinito del altiplano orureño, atrae la mirada de todos los periodistas, quienes sin dubitar hacen lo que mejor saben de su oficio: tomar imágenes y apuntes, mientras la movilidad hace su paso fugaz, por esta hermosa reserva natural.

Los flamencos rosados, patos silvestres y otras variedades de aves inmersos en un mundo de supervivencia, mientras se dan un festín con los microorganismos de crustáceos y algas que viven en esta inmensa alfombra azulada, nosotros también hacemos lo mismo, pero con nuestras cámaras.

El asombro causado por esta maravilla natural en la delegación, que minutos antes criticábamos la mala costumbre de la hora boliviana, irónicamente, en esta ocasión parecíamos estar agradecidos por el retraso. Si bien a nadie se le ocurrió comentar, pero la expresión de satisfacción en cada uno de nosotros, decía lo contrario.

Especialmente en mi caso, porque si salíamos a la hora prevista, con toda seguridad nada de esto hubiera podido ver, tomando en cuenta que a la hora citada la jornada todavía está en penumbras, debido a la proximidad del invierno.

La llegada a este lago también nos indica que estamos en el preámbulo turístico, de lo que en adelante se denomina la ruta de los “Caminos del Tío II”.

Después de viajar por unos 30 minutos, finalmente llegamos a nuestro primer destino: la población de Toledo, donde una comitiva de autoridades originarias y municipales, en medio de una sinfonía de explosión de petardos, lluvia de mixturas, abrazos, apretones de manos y un marco musical amenizado por los Lichiwayus, nos reciben con todos los rigores de protocolo, que una comunidad aymara acostumbra con sus visitantes.

Siguiendo al pie del programa elaborado, y bajo el concepto de turismo comunitario, lo primero que las autoridades originarias ofician es pedir permiso a sus seres tutelares, y al mismo tiempo agradecer por la presencia de la comitiva turística. Una mesa, previamente armada con abundante hoja de coca y alcohol, es la ofrenda ofrecida.

Después de todo el protocolo, el destino obligado es la iglesia colonial, obra arquitectónica construida por la orden de los agustinos, a la usanza de los templos misionales de la Chiquitania. Sin una fecha exacta de su edificación, esta iglesia todavía mantiene su encanto colonial, donde el periodo del romanticismo barroco sale a todas luces, desde la portada hasta el altar.

Si bien la iglesia atesora una espléndida arquitectura, donde la materia primera empleada en su construcción fue el barro y el adobe, lamentablemente este histórico monumento religioso también presenta un serio deterioro en varias partes de su infraestructura. De no tomar las precauciones inmediatas en su restauración, éste corre el riesgo de venirse abajo, pues varias partes de sus paredes presentan serias rajaduras.

La visita a esta hermosa población, como no podía ser de otra forma, terminó con un desayuno comunitario, donde el pito de qhañawa y una taza de leche de oveja, sin duda fueron el deleite de los visitantes, quienes mientras degustaban esta delicia andina, también disfrutaron del marco musical de los Lichiwayus, grupo autóctono de la zona. Para posteriormente retomar camino hacia el nuevo destino Pumiri. Una de las maravillas naturales geológicas apta para los amantes del turismo de aventura.

Otros atractivos

La población de Toledo, fundada en 1559, por Francisco de Toledo es, probablemente, una de las regiones menos conocidas turísticamente a nivel nacional. Situada al noroeste y a 37 kilómetros de la ciudad de Oruro, Toledo se asienta en medio de las extensas pampas áridas y salitrosas del altiplano orureño.

Cuna de la legendaria cultura “uru puquina”, de majestuosos templos y chullpares que se alzan en toda la extensión territorial, como un vivo testimonio de la existencia de una cultura con profundas raíces históricas, el municipio de Toledo, al margen de su iglesia colonial, ofrece numerosos atractivos, mezcla de historia, donde perviven sus costumbres ancestrales.

Su historia es un tapiz creado por los conquistadores españoles, donde los acaudalados mineros han tenido a Toledo como el paso obligado para el traslado de estos minerales de Oruro y Potosí, hacia el Cuzco y Arica, dejando una huella indeleble.

Esta es la razón para que este pueblo fuera bautizado como la ruta de los “Caminos del Tío II”, cuyo recorrido sigue hasta la ciudad encantada de Pumiri, en el municipio de Turco, pero este reportaje continuará la siguiente semana.


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