domingo, 17 de marzo de 2013

La Paz cuenta con alojamientos especializados en mochileros


Interior del hotel El Carretero, cuyos huéspedes son, en gran parte, mochileros.
“Recibimos gente de todas partes, y en el patio se escuchan muchos idiomas diferentes”, asegura Sonia Bozo, administradora de El carretero, uno de los alojamientos especializados en recibir extranjeros “hippies”, que se dedican a la venta de artesanías y a hacer malabares en las esquinas de las calles, mientras conocen el país y ahorran para viajar.

Los precios de estos alojamientos, conocidos como hostels y que se encuentran sobre todo en el centro o casco viejo, varían entre 25 y 190 bolivianos por persona. Todo depende de si la habitación cuenta con baño privado o si es compartido.

Los alojamientos tienen habitaciones que cuentan con dos hasta 20 camas, además de áreas comunes como baños y cocina.

“Las cosas las dejamos en un depósito, por seguridad y para no llenar el cuarto de mochilas y ropa”, explica Sebastián Correa, un turista argentino.

Agrega que este tipo de alojamientos compartidos es muy común en Sudamérica porque, además de ofrecer un lugar donde dormir, también se puede hacer amigos.

“En un hotel normal estás solo, encerrado en tu cuarto y no tienes con quién hablar; en un hostel tienes a un montón de gente de todas las nacionalidades que puedas imaginarte para charlar”, añade el turista argentino.

El Carretero, con 40 años de funcionamiento, tiene capacidad para recibir hasta 80 viajeros, “aunque dependiendo de la temporada el número puede aumentar un poco”.

La clientela está compuesta en su mayoría por turistas y artesanos latinoamericanos, “pero también llegan de Europa y África”, agrega Bozo.

Casilda Meneses, quien administra junto con su hijo el alojamiento La Mamita, comenta que la demanda de alojamientos baratos y acogedores es creciente, ya que en los últimos años ha aumentado el flujo de “hippies” que arriba a la ciudad.

“Normalmente, los chicos se quedan un par de semanas, juntando dinero para seguir viajando, y buscan lugares bonitos y baratos donde descansar y hacer nuevos amigos”.

La mayoría de los turistas que se aloja en hostels pasa la mayor parte del día trabajando en la calle y, cuando llegan en la noche, aprovechan el patio para charlar, planear sus actividades para el día siguiente y hacer amigos”, asegura Meneses.

La otra oferta

Además de los alojamientos económicos, hay otra oferta para mochileros con mayor poder adquisitivo.

Consiste en cuartos compartidos e individuales, aunque incorpora los servicios de comedor y bar.

Estos alojamientos suelen estar asociados a agencias de viajes, que ofrecen descuentos a los clientes.

“La diferencia con los otros alojamientos es el precio”, señala Peter Bullion, mochilero francés.

Bullion, quien lleva dos meses viajando por Bolivia, se dedica a hacer malabares y tocar la trompeta en las calles con el fin de ahorrar para el siguiente viaje.

“A los hostels de lujo van mayormente mochileros europeos, que tienen más dinero”, dice.

Sin embargo, Bullion señala que es posible alojarse en éstos sin pagar. “Si eres avispado puedes ofrecerte para atender el bar o si eres bueno mezclando música puedes ser el disc jockey del hostel”, explica.

Se quedan un día cerca de la terminal
Los mochileros que arriban por tierra a La Paz se quedan al menos un día en algún alojamiento cercano a la terminal de buses, cuenta José Romero, de Ecuador.

“Sobre todo los que llegan por primera vez se alojan en las residenciales y hostales que hay cerca de la terminal, pero se quedan sólo una noche”, cuenta el viajero ecuatoriano.

Según la turista argentina Lory Estellano, esto se debe a que el recién llegado no conoce la ciudad y precisa encontrar un lugar donde pueda descargar el equipaje. “Cuando llegué me quedé en una residencial, pero al día siguiente me fui a buscar un hostel”, agregó Estellano.

Los precios fluctúan entre 15 y 60 bolivianos por noche, dependiendo de las comodidades.


Testimonios
Johan CruzMochilero alemánJohan Cruz lleva tres años viajando por Sudamérica y aunque tiene un fuerte acento alemán, su español es bastante bueno. “También hablo portugués y francés, pero no tan bien”, dice. De padre peruano y madre alemana, Johan esperó hasta sus 21 años para conocer sus orígenes.En medio del camino, Johan descubrió su pasión por viajar y en Montañita, Ecuador, conoció a quienes se convertirían en sus compañeros, amigos y colegas de periplo. “Ellos me enseñaron a hacer malabares y artesanías”, con quienes ahora comparte un cuarto en el hostel La mamita, en la calle Pisagua, cerca de la plaza Riosinho, en el casco viejo de La Paz.

De acuerdo con Johan, lo mejor del hostel donde se aloja es la gente. “Hay de todas partes, con tantas historias y vivencias se puede aprender mucho de la gente”, explica.

Planea continuar su viaje por el país en cuanto reúna el dinero suficiente para pagar los gastos.


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