domingo, 8 de septiembre de 2013

Camino tiwanakota de El Choro es como bajar del cielo a la tierra

Cuando uno empieza a descender de La Cumbre, se imagina que todo el tiempo y en el trayecto El Choro está nublado, aunque no deja de llamar la atención que de manera impresionante no se puede divisar a mucha distancia. Según uno va bajando la pendiente del nevado se observar el grisado de la neblina y lo blanquecino de la nieve, aunque la tierra es muy resbalosa; en algunos sectores se puede apreciar piedras negras y filosas que cortan cualquier zapato.

Este camino prehispánico, ahora preocupa a la Gobernación en su restauración y conservación, debido a que se ha convertido en toda una curiosidad, especialmente para los jóvenes que en grupos se dirigen a pie todo el recorrido, disfrutando tanto de la facetas naturales como la mesetas ambientales que de a poco se descubren y se camina bajando en dirección a los lugares cálidos.

Los historiadores la definen con el uno de los senderos de los tiwanakotas, por donde sacaban productos de las zonas tropicales, más conocido como Los Yungas.

Este camino prehispánico Apacheta - Chucura, más conocido como El Choro, empieza desde la Cumbre de la Cordillera Real que “se encuentra a 25 kilómetros de la ciudad de La Paz; continuando hasta la Población de Chairo, Challapampa. Cuenta con una longitud aproximada de 65 kilómetros; este camino formó parte del complejo vial de comunicación del Imperio Tiwanaku, perfeccionado por los incas y posteriormente utilizado en la época colonial y republicana”, según de turismo de la Gobernación del departamento de La Paz.

Era una de las principales vías de comunicación que enlazaba el altiplano central y las cabeceras de valles con los Yungas, permitiendo la integración de todas estas regiones yungueñas. Asimismo fue el medio para controlar y gestionar el territorio; permitió el intercambio de productos entre los pueblos asentados en sus cercanías durante el año.

En el recorrido se puede apreciar los deshieles de la cordillera, que forman ríos cristalinos y los único que se puede encontrar son algunas atenciones de los comunarios que tienen puestos improvisados con servicios de café y refrescos y otros que de alguna manera alivian al cansancio de los turistas, que además buscan cobijo entre las piedras y están obligados a realizar varias paradas para recuperar energías.

Quien haya descubierto o abierto este camino, fue todo un genio, ya que no es posible subestimar su visión de querer mostrar la bondad que nos muestra la naturaleza.

La conservación y restauración de este camino es urgente, porque es un centro de recreación para las actuales y futuras generaciones, sin embargo se debe evitar el destrozo de su esencia natural y por el contrario la Gobernación debe implementar centros de cobijo para los turistas y una mayor seguridad en las temporadas altas de recorrido por El Choro.

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