lunes, 4 de noviembre de 2013

Turismo religioso­ en Bolivia

Ángeles, santos y vírgenes tallados en madera, incienso, figuras en miniatura, máscaras de diablos, polleras coloridas bordadas con lentejuelas, llanto y alegría. Todo se entreteje para dar lugar a un gigantesco tapete cultural en el que el sincretismo de lo religioso y lo pagano se dan la mano.

Así es Bolivia, plagada de creencias, prácticas culturales, devociones y mucho más, donde el turismo religioso tiene un gran abanico de opciones.

En el mundo, las ciudades que históricamente han sido motivo de peregrinaje -como Roma, Jerusalén y La Meca- siguen siendo importantes puntos de referencia del sector turístico.
Se calcula que más de quince millones de personas realizan anualmente algún tipo de turismo religioso en Europa y en Latinoamérica, razón por la que las agencias de turismo ya se han especializado en este campo y le están prestando más atención. En esta oportunidad, por razones de espacio, solo presentaremos como destinos de turismo religioso en el país a Quillacollo (festividad de Urkupiña), Copacabana (festividad de la virgen), Oruro (virgen del Socavón), Sucre (sus monasterios), San Carlos (peregrinación al Divino Niño) y las Misiones Jesuíticas del oriente boliviano.

Buen Retiro (Divino Niño)
Ubicada a 112 km de Santa Cruz y a 13 km de San Carlos está la comunidad de Buen Retiro, un rincón polvoriento del territorio cruceño en el que el sol casi siempre calienta las cabezas de sus pobladores con toda su ira. Su mayor atractivo es el turismo religioso, pues todos los primeros domingos de mes llegan en peregrinación cientos de devotos del Divino Niño a su santuario. La comunidad mantiene su estilo colonial y sus mejores apuestas para atraer a los visitantes son la iglesia de San Carlos y el Museo de Arqueología.

De todas partes del país llegan hombres y mujeres en busca de milagros. Para su aniversario, el primer domingo de septiembre, se recibe alrededor de 20.000 visitantes, según la página de la Gobernación. “No hay hoteles, solo un par de hospedajes simples y sencillísimos”, reconoce la hermana Fanny Teresa Tapia.


Colombiana de nacimiento, la hermana se trajo en 1990 una estatua del Divino Niño, que goza de muchos devotos en su país y que en Bolivia siguió propagando sus milagros y su maravillosa reputación.

“Aquí sucede como en Belén”, apunta Fanny, asegurando que en estas dos décadas y algo más ha visto y escuchado sobre muchos milagros. Desde niños con tumores cerebrales que sin tratamiento de por medio, nada más que súplicas de rodillas, lágrimas y mucha fe, se han curado ante el asombro de médicos y hombres de ciencia.
Y grande es también su fama entre las mujeres que no lograban quedar embarazadas.


Sin duda, los lujos y las comodidades no serán parte de este recorrido turístico y de fe, pero además de los favores del santo, crespo y de grandes ojos benevolentes, están las caras sonrientes de sus pobladores, gente sencilla que es incapaz de negar un favor y de no brindar una silla y un guarapo para aplacar la sed.

Calvario de Copacabana
Ubicado al noreste de la ciudad de Copacabana, es un lugar atractivo muy visitado por peregrinos nacionales y de afuera.

La fiesta de la virgen de Copacabana es el 5 de agosto y su santuario, a orillas del lago Titicaca, a 3.800 metros de altura, está cerca de la frontera boliviana con Perú.

La principal actividad consiste en un viacrucis con una serie de cruces dispuestas a lo largo del camino que representan las 14 estaciones que recorrió Jesucristo antes de ser crucificado.
El recorrido mezcla la religión católica con las tradiciones andinas, puesto que hay a mano yatiris que pueden ser contratados para hacer ritual de bendiciones (ch’alla). En el trayecto también se puede comprar artesanías y amuletos.

Cristian Lozada recuerda poco de su única visita, pero lo que sí se le grabó en la mente fue la imagen de un yatiri haciendo una ‘limpieza’ espiritual con un quirquincho. “Pasaba el animalito alrededor del cuerpo del cliente, murmurando palabras ininteligibles”, contó, recordando que algunos visitantes hacen el recorrido depositando una piedrita en cada cruz que simboliza un pedido a la virgen y otros aprovechan para hacerse leer la suerte a través de las hojas de coca.
En la punta del cerro está la virgen, donde se hace cola para pedirle milagros. Pero dejando de lado la fe, la cima del monte ofrece una vista espectacular del lago y los alrededores de
Copacabana. El atardecer es un evento sin igual con cámara fotográfica en mano.
Según la Cámara Hotelera de Copacabana hay registrados 77 establecimientos de hospedaje entre hoteles (siete en total, de una hasta tres estrellas), residenciales (23), hostales (28) y alojamientos (19).

Aseguran que se puede albergar con todas las comodidades a 4.500 visitantes en la localidad, contando los 15 establecimientos más que no están afiliados y las casas de familia que alojan al visitante por módicas sumas.

Quienes llegan en auto con la intención de retornar a la ciudad sede de Gobierno, deben saber que el tráfico es conflictivo al momento de pasar el estrecho de Tiquina, desafío que no le hace sombra a la maravillosa experiencia de ser parte de las festividades del Calvario de Copacabana.

Urkupiña
La festividad de Urkupiña es el evento más importante en Quillacollo (Cochabamba), empieza el 14 de agosto con una entrada folclórica nutrida por fraternidades que bailan con fe, el 15 es el día festivo y el 16 en la madrugada la población peregrina desde Cochabamba hasta el calvario, en el cerro de Cota, dos kilómetros al sur de Quillacollo.

La costumbre es subir al cerro para sacar pedazos de piedra, que representan riquezas que pide el creyente a la virgen de Urkupiña, famosa por su generosidad. De eso da testimonio Alcides Rojas, odontólogo que desde hace 35 años sin falta cierra su consulta y se traslada con su familia.

“Hace unos 18 años que me gané un premio de lotería, yo me había comprado el talón completo esperando para hacer la procesión. Andaba mal de plata y me cayó del cielo. Pero siempre fui muy apegado a la madre de Dios”, así resume su experiencia sobrenatural, digna de un guión de película.

Todos saben que la promesa que se le hace a la virgen es volver al año siguiente, a devolver el trozo de piedra del cerro y así lo hacen. Por ello los negocios que se tejen en esta práctica son innumerables. Desde el alquiler de combos y cinceles para extraer un trozo del cerro, hasta comprar las miniaturas como casas, autos y títulos profesionales que el devoto anhela adquirir en la vida real.

Hay un centenar de hospedajes en el valle bajo de Cochabamba con todas las condiciones. Eso sí, por esos días la demanda es alta, se recomienda hacer las reservas desde junio para no faltar a la promesa y a la cita de fe





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