domingo, 6 de abril de 2014

El turismo popular en La Paz, desde la mirada de los lustras

Ademar cubre su rostro con un pasamontañas desde que apenas tenía ocho años. Vivir y trabajar en las calles como lustrabotas despertó en él una mirada distinta de la ciudad, algo que ahora puede compartir con turistas interesados en conocer las vivencias y costumbres de los barrios populares de La Paz, pero desde un punto de vista diferente.
Cargando como de costumbre un pequeño asiento y un cajón donde guarda latas de betún y un par de franelas para lustrar, Ademar, que ahora tiene 24 años, llega a la fuente de El Prado, el punto de encuentro, para iniciar el circuito turístico promovido por el proyecto Hormigón Armado.
No está solo. En esta ocasión lo acompaña su prima Yoselín, de 17 años, quien dejó a un lado sus herramientas de trabajo para cargar cómodamente a su bebé de ocho meses. Ambos guías están listos para comenzar la travesía desde el Cementerio General.
"Hay que tomar un minibús de la esquina”, indica Ademar, quien desde hace dos años combina su oficio de lustra con estos escapes turísticos para percibir un ingreso adicional.
El tráfico habitual de la zona a primera hora de la tarde alarga el tiempo de llegada al destino fijado y, a la vez, abre un espacio para conversar sobre su pasado, sus inquietudes y aspiraciones a futuro. Sin duda, no tienen temor de compartir sus vivencias.
Yoselín da el primer paso. "Lustro desde que tenía ocho años. Llegué a las calles porque mi mamá falleció de cáncer y tenía que ganarme la vida”, cuenta mientras acomoda a su pequeño, quien lo acompaña en sus largas jornadas de trabajo sentado en un carrito que una mujer le regaló.
Ademar continúa. "Un tiempo me fui a Argentina para trabajar en costura, pero me explotaban mucho y no pagaban bien. Imagínese, sólo podía salir los sábados”, cuenta indignado.
Entre charla y charla, finalmente llegamos a la primera parada del recorrido. Al entrar al Cementerio General, la joven guía señala una fuente de agua donde, según la tradición, se debe botar una moneda pidiendo un deseo.
Continuando con la ruta por los largos pasillos, Ademar explica algunas costumbres en este camposanto, como las serenatas que se dan a los difuntos con sus canciones favoritas, o la decoración de los nichos con bebidas u objetos que eran de su preferencia.
Pronto llegamos a la lápida de Carlos Palenque, quien se destacó como músico, periodista y político. "Era un personaje muy querido, especialmente por los pobres, porque siempre los ayudaba”, dice Yoselín frente a la tumba llena de flores frescas y rodeada de personas.
El circuito continúa por la calle de los pescados, a unas cuadras del cementerio, donde se puede comprar o comer allí mismo wallake, trucha, ispi o pejerrey que traen desde el lago Titicaca.
Después de recorrer esta calle olorosa y siempre concurrida por clientes y comensales, llegamos a los tradicionales helados de canela, detrás del mercado de flores, donde disfrutamos una generosa porción para aplacar el calor abrasador de la tarde.
Bajando por las calles empinadas de la ciudad, según la ruta trazada, se llega a una zona que ellos denominan el "shopping de las cholitas”, por la variedad de polleras, mantas, joyas y sombreros que se ofrecen en las tiendas a diferentes precios, según la calidad y el modelo.
Durante el trayecto hacia el siguiente atractivo urbano, la conversación se reanuda. "¿Te da miedo estar con lustras?”, pregunta Yoselín y agrega: "porque mucha gente piensa que somos maleantes y ladrones”.
Esta imagen, sin embargo, no la comparten los turistas extranjeros. "Ellos más bien se sienten protegidos cuando los llevamos a lugares peligrosos”, dice Ademar con franqueza.
Uno de estos sitios es el mercado Uruguay y el conocido Barrio Chino, colindante a la calle Eloy Salmón, que también forman parte del circuito turístico.
En esta parada, los guías van mostrando la diversidad de productos que se encuentran por las sendas angostas del mercado, desde carnes y tubérculos, hasta aves de corral y conejos que viven apretujados en jaulas.
"Ahora vamos a pasar por ‘El toque’”, dice Ademar, refiriéndose a ese pasaje donde suelen vender productos robados y se hacen negocios rápidamente.
Un par de cuadras más abajo llegamos al mercado Rodríguez, donde Yoselín se entusiasma mostrando la variedad de frutas, verduras y carnes que se encuentran a menor precio que en otros barrios de la ciudad.
Después de atravesar los innumerables puestos de venta, algunos en casetas, otros cubiertos con toldos y el resto sobre la misma acera, los guías anuncian que ya casi llegamos al último destino: la plaza de San Pedro.
"Hacer esto es divertido. Nos gusta hablar con los turistas, aunque a veces es difícil entender a los que hablan inglés”, comenta Ademar entre risas.
Y luego, de forma repentina, agrega: "desde el lunes comienzo mis clases de carpintería y después de eso quiero empezar a trabajar en un taller, dejar de lustrar y así independizarme”.
Puede ser que éste sea uno de los últimos circuitos turísticos que él guíe, pero no será el último lustra dispuesto a ofrecer este servicio alternativo que permite ver la cotidianidad popular de la ciudad desde la óptica de aquellos que, cargando su cajita de madera, hacen camino cada día sin descanso.

Circuito turístico busca mejorar condiciones de vida de los lustras
El proyecto Hormigón Armado lanzó este circuito turístico hace tres años con el propósito de hacer del turismo urbano una alternativa de empleo para los lustrabotas de La Paz y, de esa manera, mejorar sus condiciones de vida.
"Este proyecto busca desmitificar a los lustras, porque son gente que contribuye a la economía de forma legítima. Ellos se comprometieron desde el principio con esta actividad y es un ejemplo para otros que también quieren superarse”, comenta Jaime Villalobos, director del Hormigón Armado.
El precio del recorrido es de 80 bolivianos por turista, monto que el guía recibe directamente por dos o tres horas de trabajo.
Actualmente participan 12 guías que fueron capacitados por profesionales de la agencia Alterna Tours para que puedan dirigir un circuito turístico que no se enfoca en explicar el estilo arquitectónico de un edificio o la historia formal de un lugar, sino las vivencias y las costumbres de los que lo habitan.
Con capacitaciones semanales, los lustras pueden participar en esta actividad que busca ser rotativa, para que surjan nuevas generaciones de guías dispuestos a mostrar una faceta diferente de la ciudad.

Contacto del tour
Recorrido El circuito turístico de los lustrabotas se realiza todos los días, con una reserva de uno o dos días de anticipación para contactar a los guías.
Contacto Para tomar el tour se puede contactar con los gestores del proyecto: la Fundación Arte y Culturas Bolivianas, cuya sede está en la avenida Ecuador N° 2582, casi esquina Pedro Salazar (Sopocachi). Teléfono de contacto: 2-418151 o 720-48334.

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