lunes, 28 de diciembre de 2015

Vacaciones: ¿A dónde viajan los sucrenses?


EXIGENCIAS

Europa, además de ser un destino muy costoso, tiene la exigencia del visado, lo que desalienta los viajes de turistas locales que prefieren mirar a otros destinos más accesibles y menos exigentes.

Se dice de los cochabambinos que son los ciudadanos más cosmopolitas de Bolivia, pues su carácter aventurero y decidido los ha llevado prácticamente por todo el mundo. Es frecuente escuchar anécdotas sobre ciudadanos que llegaron a lugares remotos del planeta donde –sin embargo– ya había estado antes al menos un compatriota de “La Llajta”.

Los cochabambinos son gente que viaja no solamente por el placer de hacer turismo, sino que por lo general escoge como lugar de trabajo aquellos países que brindan mejores oportunidades de vida.

En el lado opuesto de ese carácter se encuentran los chuquisaqueños, particularmente los sucrenses, los cuales, más conservadores y circunspectos, no hicieron de los viajes una de sus características particulares.

Sin embargo, esta situación está cambiando con los años o, según algunos analistas, está volviendo a retomar un rumbo que se perdió hace varias décadas debido a factores de diversa índole, principalmente económico.

“El sucrense no es de los que viaja mucho pero ahora está comenzando a salir. Es una persona curiosa e inquieta”, afirma Ronald Poppe, un conocido gestor turístico de la capital y también pionero de muchas actividades relacionadas con el rubro.

“La juventud viaja mucho al exterior pero también está escogiendo las ofertas resort de lugares como el Chapare o Coroico”, añade Poppe, para quien la cultura viajera se viene impregnando entre los jóvenes, quienes generalmente en esta época del año se organizan en delegaciones colegiales para conocer los lugares más atractivos del país e incluso aventurarse a otros destinos más lejanos y costosos, como el Caribe.

En Chuquisaca, el turismo interno está todavía en ciernes y pese a que algunos municipios comenzaron a hacer campañas para recibir visitantes –principalmente en fin de año– el número de personas que se desplaza hacia provincias es todavía sustancialmente menor al que escoge viajar al interior o exterior del país para hacer uso de sus vacaciones.

Además, el hecho de que la vacación de fin de año haya quedado prácticamente reducida a la mitad (hasta hace pocos lustros las clausuras del año escolar tenían lugar hasta el 31 de octubre) ha reducido el margen vacacional familiar, pues los grupos apenas tienen 15 días para aprovechar diciembre antes de la llegada de las fiestas, dado que enero, al ser un mes lluvioso en la región, está prácticamente descartado para cualquier plan.

Pero las miradas de los turistas locales ahora apuntan más allá de las fronteras. Según el empresario turístico Hernán Vidaurre, la oferta del Caribe –especialmente la paradisiaca Punta Cana, en República Dominicana, y Panamá– son destinos cada vez más solicitados por los viajeros.

En Punta Cana, la oferta es atractiva para aquellos que demandan descanso en las playas bañadas de sol y arena. Lo mismo ofrece el cálido Panamá, pero con el añadido de que también se puede hacer negocios, puesto que el istmo sigue siendo una de las regiones comerciales más importantes de América.

Según Vidaurre, que actualmente es secretario general de la Asociación de Agencias de Viaje y Turismo (ABAVYT) a nivel nacional, los viajeros locales están volviendo a mirar a Brasil que, pese a ser un destino más costoso, está siempre considerado como un lugar codiciado por el turista, principalmente Río de Janeiro, por sus famosas playas, y Sao Paulo por su gran movimiento comercial.

En el otro lado, la demanda de viajes a Europa continúa siendo menor debido a las exigencias migratorias que siguen vigentes en todos los países de la Unión Europea. Otros países como Perú y Colombia acaban de firmar un acuerdo para liberar del visado a aquellos viajeros que permanezcan tres meses, lo que contribuyó a incrementar el flujo de turistas interrumpido a raíz de las rígidas medidas.

Para muchos sucrenses, viajar este fin de año a Santa Cruz está entre sus preferencias, pues el clima cálido ofrece la posibilidad de pasar agradables jornadas familiares, a los que se suma una atractiva oferta hotelera que incluye "combos" de estadía accesibles en establecimientos de primer nivel.

En cambio, el turismo cultural hacia lugares como Uyuni o las misiones jesuíticas es sustancialmente menor.

Las antiguas "vacaciones" de la "Ilustre Ciudad"

El escritor chuquisaqueño Tristán Marof (Gustavo Navarro) retrata con sarcasmo en su novela “La Ilustre Ciudad” los hábitos de ocio de la sociedad sucrense de fines del Siglo XIX y principios del XX.

En esa época, la capital era una ciudad pequeña y el hecho de viajar se convertía en un verdadero acontecimiento social, mucho más si éste trascendía las fronteras.

Como era habitual en familias con mayor poder económico, el destino favorito de los viajeros era por entonces París, la Ciudad Luz, la meca de la civilización, del arte, de la cultura y la bohemia de esos tiempos.

Quien no había conocido París o Buenos Aires sencillamente estaba fuera de todo círculo y simplemente quedaba relegado a un segundo plano de la vida social capitalina.

Por entonces, con una población citadina escasa, muchas familias también optaban por trasladarse a sus fincas como lugares de veraneo. (El verano en Sucre abarca desde octubre hasta mediados de diciembre). Lugares cercanos como Yotala o el Valle eran muy concurridos por bañistas que permanecían allí varias semanas, convirtiendo la ciudad en estas épocas en un lugar casi despoblado y con poca actividad.

Marof relata que quienes no podían o no contaban con las posibilidades de ausentarse “ni siquiera al campo” se encerraban por varios días en sus casas y tomaban sol en los patios del fondo para emerger luego de un tiempo “bien bronceados” y con el cuento de haberse ausentado “de vacaciones” fuera de la ciudad.
La novela de Navarro retrata con mucha exactitud las costumbres de una sociedad encorsetada y prejuiciosa que no reparaba en generar odiosos complejos, aún en temas tan sencillos como el de las vacaciones.

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