domingo, 6 de noviembre de 2016

Totora, una joya colonial en el corazón de Bolivia



Ubicada a 122 kilómetros al este de Cochabamba, Totora es un pueblo transformado hace poco en ciudad, en cuyas calles se respiran aires coloniales y recuerdos inmemoriales. El terremoto del 22 de mayo de 1998 no destrozar la magia de su historia ni el temple de su gente.

Luego de casi tres horas de viaje desde la capital valluna, llegamos a la capital de la provincia José Carrasco, asentada sobre 2.300 metros sobre el nivel del mar.

El lugar impacta porque conserva la arquitectura colonial a pesar del paso implacable del tiempo y del sismo que dejó decenas de muertos y una herida que todavía duele. Los pobladores remarcan que las estructuras no se derrumbaron porque fueron construidas con bloques de adobe muy anchos.

Se trata de un pueblo muy antiguo, se fundó el 24 de junio de 1872, pero los primeros asentamientos humanos datan de tiempos precoloniales.

Como todos los pueblos y ciudades españolas, Totora se fundó sobre poblaciones ya existentes de los pueblos indígenas, especialmente, quechuas.

Allí llegaron los colonizadores, en 1530. Dicen los textos históricos que los españoles radicados en Pocona y Mizque, atraídos por el cultivo de la coca, se trasladaron a Totora construyendo viviendas sólidas, la iglesia y el cementerio. El denominado curato de Totora fue entonces elevado a rango de parroquia, anexándose a la viceparroquia de Chalhuani. La primera iglesia se construyó en 1679.

Desde entonces, su especialidad ha sido la producción de coca. Dicen los más antiguos que era tanto el dinero que se manejaba por el comercio de la hoja sagrada que la gente vivía con los lujos de París.

“En cada casa había un piano”, cuenta el párroco de la Iglesia San Salvador. De hecho, la tradición de celebrar un festival de música clásica aún se mantiene.

Muy poca gente se ve por sus calles ahora, por lo que es más inmediata la sensación de viajar e imaginar cómo vivían en Totora en esos tiempos.

Apenas recuerdan que el nombre del pueblo proviene de la palabra quechua Ttutura, nombre de una planta acuática que abundaba en la región de la "Ovejería".

“Salve oh Totora, de fecundo sol, tierra de flores y bello arrebol…”, dice el himno de la ciudad que todos recuerdan.

Nos fuimos caminando por sus calles estrechas, observando esas casas de colores pasteles y paredes con adobes a flor de piel. Nos vamos tocando las puertas y preguntando por las miles historias que aún desconocemos de este tesoro ubicado en el corazón mismo de Bolivia.

(*) Comunicadora social y fotógrafa

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