lunes, 28 de agosto de 2017

Centinela en el seno de Bolivia



Sí. Luce como el busto de una mujer y es la principal atracción de Ñuñu Kollo, poblado de la comunidad boliviana de Palomani. Entre los habitantes del lugar, que carece de energía eléctrica, alcantarillado y agua potable, destaca uno, orgulloso de haberse convertido en centinela de la patria y vigilante de un acantilado que guarda cuevas con restos arqueológicos.

Palomani pertenece al municipio paceño de Santiago de Machaca, en la provincia José Manuel Pando; es un rincón del territorio boliviano, pero para acceder a él se debe ingresar a suelo peruano.

Una llama está a punto de atravesar el camino, con el Ñuñu Kollo de fondo.

A 160 kilómetros al suroeste de la sede de gobierno, Santiago de Machaca es conocido por conservar más de un centenar de catedrales, iglesias y capillas distribuidas en sus comunidades, sin embargo posee otros atractivos arqueológicos que el gobierno municipal pretende mostrar a fin de que especialistas realicen los estudios correspondientes y, luego, sean habilitados para fomentar el turismo. Uno de estos espacios es Ñuñu Kollo.

Veinticinco kilómetros son los que separan la plaza principal de Santiago de Machaca de Ñuñu Kollo, pero llegar allí no es solo cuestión de salvar esa distancia. El viaje en vehículo y por camino de tierra demora cerca de 30 minutos “tragando” polvo. Una vez recorrido más de la mitad del trayecto, la encargada del periplo pide a los viajeros sacar su cédula de identidad, pues toca atravesar un puesto de control fronterizo peruano. El requisito es cumplido y la aventura continúa por el mismo camino agreste que no sabe de límites territoriales.

El río Mauri es determinante para saber en qué parte se encuentra la comitiva. Al lado derecho, por donde circula el minibús, es circunscripción peruana, hasta que se atraviesa el torrente a la izquierda para retornar a suelo boliviano. El coche sigue de largo hasta detenerse en unos pajonales, desde donde se observa Ñuñu Kollo. Erasmo Chacapaya, jatha mallku de la comunidad, explica que el nombre se debe a que esta estructura cónica, que tiene encima una roca alta, parece un seno.

La sección de tejidos y piedra tallada en el humilde museo de la comunidad.

Como dirigente, Erasmo debe vestir un poncho negro de franjas rojas y violetas, lo que le da derecho, entre otras prerrogativas, a pedir la palabra y hacer comentarios en una reunión o encuentro.

En este pueblo, de solo unas cuantas casas de barro, Nemesio Mamani —vestido con un saco de paño, camisa a cuadros y chaleco azul— se acerca a los visitantes con una amplia sonrisa para darles la bienvenida a este recoveco boliviano.

Nemesio demuestra su hospitalidad con una abundante sopa de quinua y k’ispiña (galleta hecha con harina del grano de oro), chancaca y queso, y para beber, una infaltable Koca Quina y un fresco elaborado con quinua. Cuando se le pregunta cuál es la receta de la bebida, el anfitrión responde que es leche que mana de Ñuñu Kollo.

La comitiva visita las cuevas precolombinas para luego retornar al pueblo ubicado en Santiago de Machaca.

Con 71 años pero con alma de joven, el centinela cuenta: “Antes estábamos como en una cárcel”. Hoy, la situación es solo un poco menos compleja; sucede que para llegar al lugar se debe caminar más de dos horas desde el área urbana de Santiago de Machaca. La otra es hacerlo “con escala” en Perú —lo que fue prohibido por años, hasta que se encontró consenso para que los bolivianos entren por el hito 22 y salgan por el 19— como hizo la delegación.

“He nacido en el hito 18, aquí, en este rincón”, dice orgulloso el vigía. Nemesio cuenta que estudió en el exterior, y no miente, pues la unidad educativa más cercana a su vivienda está en el lado peruano.

De todos sus hermanos es el único que se quedó en Ñuñu Kollo y se mantiene con la crianza de camélidos, y la producción de cebada y quinua. Cuando se le pregunta por qué no emigró, responde: “Somos guardianes de nuestra frontera. Eso significa ser vigilantes hasta nuestra muerte, porque nunca abandonaré nuestro país”.

La comitiva visita las cuevas precolombinas para luego retornar al pueblo ubicado en Santiago de Machaca.

“Es una comunidad sufrida”, reconoce el alcalde Lisandro Condori, quien tiene como tarea pendiente la apertura de un camino que conecte Ñuñu Kollo con el resto de Bolivia. La municipalidad cuenta únicamente con Bs 9.600, “que van a alcanzar solo para el combustible”, dice. Son 20 kilómetros de terreno accidentado, lleno de colinas que impiden la comunicación, y el costo de la obra fue proyectado en Bs 400.000: se espera que el financiamiento llegue del nivel central.

Nemesio no solo es vigía honorario de la frontera nacional, sino también de cuevas inexploradas que guardan cientos de restos arqueológicos. Algunas grutas tienen una profundidad de al menos 18 metros, mientras que de otras se desconocen sus características, pues existe la creencia de que tocar restos óseos y objetos prehispánicos puede causar enfermedades.

No hace falta buscar demasiado para hallar, por ejemplo, piedras pulidas hechas punta de flechas, batanes y restos óseos, entre otros. Ante tanta riqueza, Nemesio decidió donar y adecuar una habitación de su vivienda para que funcione como un pequeño museo. Una vez allí, Erasmo extiende una hoja de papel cuadriculado y explica las características y usos de los proyectiles labrados en piedra, flechas y q’urawas (hondas); también muestra animales disecados de la región, como un tigrecillo, un venado y una vizcacha, que se caracteriza por su piel fina y porque hace amena la noche de los pobladores con su silbido. El espacio es pequeño pero ordenado; la dedicación es notoria. Al otro lado del ambiente están tejidos antiguos, piezas de cerámica, piedras labradas y plantas originarias que curan enfermedades.

El sol se está escondiendo por los cerros del lado peruano, mientras los pocos pobladores llevan sus camélidos a sus viviendas. En tanto, pese a las adversidades climáticas y carencias, Nemesio está orgulloso de ser boliviano y protector vigía de la frontera dividida por un río caprichoso que no entiende los límites humanos.




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