jueves, 24 de julio de 2014

Uyuni Visitantes chilenas resultaron perjudicadas

A pesar de las gestiones realizadas por sus familiares desde Chile y sus constantes llamados al consulado nacional en Bolivia pidiendo ayuda, las cuatro viñamarinas que desde el jueves 10 de julio se encontraban aisladas en Uyuni, por fin pudieron regresar a la Ciudad Jardín, pero por sus propios medios y desembolsando gran cantidad de dinero extra.

Bia Marmolejo, Gabriela Lara y las hermanas Yvannia y Javiera Castro debieron realizar una manifestación junto a otros cuarenta turistas en las afueras del municipio de la ciudad fronteriza boliviana. Tras cerrar las calles y exigir una reunión con el Alcalde, lograron que él gestionara un bus para salir, aunque su ayuda no estuvo exenta de polémica.

“Nos organizamos entre todos los extranjeros e hicimos una protesta afuera de la municipalidad que terminó con todos nosotros bloqueando las calles con una cadena humana, solo después de eso el Alcalde nos recibió”, explicó Javiera Castro de 25 años, quien trabaja de garzona en un restaurante viñamarino.

“Era muy incómodo, porque se notaba que él no tenía ninguna autoridad. Nos daba explicaciones súper absurdas y nada de ayuda. Finalmente, después de mucho conversar, nos dijo que nos iban a facilitar dos buses hacia Potosí y que serían al precio comercial, o sea 35 bolivianos”, comentó Gabriela Lara (23).

Según cuentan las jóvenes que en un principio tenían planificado estar solo una noche en Uyuni y luego continuar su viaje hacia Perú, al llegar a tomar los buses prometidos, se encontraron que solo era uno, por lo que muchos de los turistas debieron recorrer casi 20 horas de pie (en un trayecto que normalmente alcanza las siete horas) y ya en el trayecto, les cobraron 100 bolivianos, unos $8 mil chilenos.

GESTIONES DESDE CHILE

En paralelo, los padres de las jóvenes comenzaron una cruzada para buscar ayuda de las autoridades chilenas en Bolivia. Todo esto a raíz de que las manifestaciones en el país vecino en contra de la instalación de un nuevo terminal comenzaron a ser cada vez más peligrosas y masivas.

“Era demasiada la gente que protestaba, incluso llegaban desde otros pueblos. No dejaban que la gente abriera sus negocios y nos costaba encontrar lugares para poder comer. Las manifestaciones eran violentas, la gente llevaba botellas con piedras, pistolas a fogueo y bombas de ruido”, señaló Gabriela.

Javiera Castro contó que intentaron comunicarse con las autoridades chilenas, pero sin mayor éxito. “Estuvimos un día completo llamando al consulado y la embajada de Chile en Bolivia según los números que aparecían en internet. Pero no pasó nada, nadie nos ayudó”, indicó.

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