lunes, 10 de abril de 2017

Turistas en la huerta



El barrio de Florida Alegría es igual que la mayoría de los alrededores de Sucre, con pequeñas casas de ladrillo visto, caminos de tierra entreverados con cultivos de maíz y algunos cerdos buscando comida al aire libre junto a perros que descansan en las calles recién formadas.

La gente es amable y más aún con los “gringuitos” que llegan para ver cómo algunas mujeres desarrollan un proyecto de huertos urbanos con una producción de legumbres orgánica, libre de cualquier fertilizante o pesticida de origen químico. A muchos de estos curiosos turistas les gusta la comida vegetariana...

El proyecto

Elizabeth Chocllu, una madre que no pasa de los treinta años, recibe al grupo de turistas con humor y amabilidad. Ella es parte de la Asociación de Mujeres Agriculturas Sucre (AMASEFA), que se beneficia del proyecto de Huertos Urbanos en zonas periféricas de la Gobernación de Chuquisaca desde 2013.

Gracias al trabajo conjunto de la agencia de turismo sin fines de lucro Cóndor Trekkers, los turistas pueden llegar hasta los hogares de las mujeres que desarrollan la agricultura orgánica en varios barrios periurbanos de Sucre, entre ellos Florida Alegría, situado en la parte noreste del exaeropuerto Juana Azurduy de Padilla.

Un invernadero en casa

Elizabeth comienza la visita con una explicación de cómo se siembran las legumbres en los pequeños invernaderos que se construyeron en los domicilios de las beneficiarias. En una extensión de ocho metros por cuatro, se puede apreciar una variedad de plantas comestibles en macetas inverosímiles como cascos de motociclistas y zapatillas deportivas. Todo puede albergar una plantita.

“Para preparar un almácigo de lechuga primero hay que poner en un bidón cortado abono del bosque y arena de río, aplanar y nivelar para luego poner la semillita de la lechuga”, dice mientras extrae con la mano un montón de tierra de un original depósito: una bota para agua con caña alta y no menos de 46 de talla que seguramente perteneció a un extranjero.

Después de aprender cómo se hace un almácigo, el grupo de turistas pasa a la casa de otra señora que enseña cómo preparar pesticidas y fertilizantes con insumos naturales. Mezclas extrañas como plátano fermentado en agua, cola de caballo con vinagre o cal con ceniza cumplen las funciones de abono foliar y fungicidas. Los olores no son nada aromáticos pero sí muy efectivos para eliminar plagas como la mosca blanca, asegura Modesta Roque.

Además de obtener productos orgánicos para la venta, los niños de las agricultoras son los principales beneficiados de una dieta sana basada en legumbre fresca y libre de insumos químicos.

Para su producción, las agricultoras prácticamente no compran nada, todo se obtiene de los mismos frutos como las semillas y de la reutilización de material reciclado de la ciudad como envases plásticos, neumáticos y cualquier otro que es adaptado al vivero.

Apoyo de la FAO

La Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) es el organismo que da asistencia técnica al proyecto de Huertos Urbanos. Este apoyo ha servido para que las agricultoras obtengan la certificación de SENASAG sobre la calidad orgánica de su producción de legumbres.

Talleres y acompañamiento técnico a las productoras son las principales actividades de los agrónomos que trabajan para la FAO, como es el caso de Jorge Luis León, quien acompaña a las señoras de Florida Alegría.

“Se ha formado a las participantes del proyecto en agricultura orgánica y ellas han demostrado creatividad y esfuerzo para que este proyecto sea un éxito”, dice el profesional.

Un poco más de 700 hogares de áreas periurbanas de la ciudad de Sucre son parte del proyecto y están comercializando en la actualidad su producción limpia. “Ellas están vendiendo sus productos en el mercado Tomás Katari, en ferias y a clientes como el restaurant vegetariano Cóndor Café”, agrega el personero de la FAO.

Encuentro intercultural

Además de ser testigos de cómo hacer cultivos orgánicos, los turistas pueden compartir con las señoras del proyecto, que preparan un almuerzo con su producción para que los visitantes no solo vean cómo producen sus alimentos sino también cómo los cocinan.

Al ser la cordialidad y el buen humor universales, el inglés de los turistas y el quechua de las productoras no son un obstáculo insalvable para una buena comunicación que, además, es facilitada por los guías de Cóndor Trekkers.

“Tinkunakama”, dicen los turistas al despedirse de las risueñas mujeres. Ellas, pese a las dificultades materiales de la vida, no pierden la creatividad ni la esperanza de un mejor futuro para sus familias. •

Testimonio: “Un tour práctico”

Texto: Philly Winstanley

Comenzamos con un buen desayuno en Cóndor Café a las 8 de la mañana y cogimos el autobús K, pasando el viejo aeropuerto hasta Lajastambo, uno de los dos tours que ofrece la agencia. Allí nos invitaron al jardín de doña Jesusa, donde ella y Guido Zambrano, un ingeniero en Desarollo Rural de la FAO en Bolivia, nos enseñaron el primer proceso de siembra de semillas: Arena mixta para la germinación, abono orgánico para mantener una buena temperatura (esto fue estiércol mezclado con tierra), y tierra de la región para familiarizarla con la mezcla. Mezclamos estos tres (proporciones de 33/33/33). Si la mezcla estaba demasiado seca, agregamos un poco de agua.

Siguiente paso: Se nos entregó una bandeja de semillas para llenar con la mezcla y plantar lechugas y albaca, pinchamos un agujero en cada compartimiento y enterramos dos semillas en cada agujero; luego, cubrimos todo con una aspersión del suelo y colocamos las bandejas en el invernadero. El siguiente paso será plantar las semillas germinadas en zanjas directamente en el suelo y espolvorear aserrín en la parte superior. El riego se realiza con agua de lluvia. Todo está cuidadosamente protegido de los gérmenes. Tuvimos que lavarnos las manos antes de entrar al invernadero y poner un poco de cal en nuestras manos y pies para desinfectar.

La segunda mujer (doña Reina) nos hizo hacer macetas. Cuatro modelos fabricados con materiales reciclados: dos con botellas de plástico, una hecho de una bolsa de plástico de leche volteada al revés, y la otra (para plantas con raíces más largas, como tomates o pimientos verdes) hecho de una lata de leche en polvo.

La tercera mujer (doña Carmen) nos mostró cómo se hace una fermentación biológica a partir de estiércol fresco de vaca, leche, caña de azúcar, cenizas, alfalfa y arroz, mezclado con dos litros de agua. Esto tarda 30 días para fermentar en la sombra. Cuando está listo, se debe colar y añadir 20 litros de agua.

Luego nos mostró cómo hacer un pesticida orgánico con locoto, ajo, ají rojo y media cebolla. También se mezcla con agua y se pone en un recipiente cerrado a la sombra durante 20 días.

Carmen dijo que su dieta cambió bastante para incluir muchas verduras. Acaba de terminar un curso de nutrición. Todas las mujeres venden sus lechugas a Cóndor Café, al Mercado Central, el Mercado Campesino y a ferias. Las lechugas pueden crecer en 30 o 40 días en los invernaderos en lugar de 90 o 100 fuera.

La última casa que visitamos (doña Tomasa) tenía un precioso jardín con árboles frutales como durazno y un pequeño invernadero donde nos permitió cortar apio, pimientos y lechuga. Al final de la excursión, las mujeres nos prepararon un almuerzo delicioso con sus verduras frescas.



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