domingo, 28 de julio de 2013

Tras las lagunas del Illampu

Los viajes siempre son una oportunidad de descubrir, reconocer, imaginar y experimentar.

Hace un año prácticamente tropecé en las calles paceñas con un amigo, Samuel Rendón (miembro del colectivo Sinmotivo); su pasión por organizar y realizar viajes a caminos precolombinos es incansable.

De esa manera recibí la propuesta de hacer una caminata a las lagunas del nevado Illampu. La invitación era clara, tres días de caminata hacia la laguna Glaciar ubicada a 5.038 msnm. Sin dudarlo, me sumé al viaje.

La primera parada fue Sorata, capital de la provincia Larecaja, un poblado de origen colonial fundado sobre asentamientos prehispánicos ubicado a más de 2.600 msnm, en las faldas del nevado Illampu. Está situado al noroeste de la ciudad de La Paz, a una distancia de 147 kilómetros.

Se trata de un valle alto muy importante en la historia del departamento de La Paz. Leyendas y tradiciones han marcado a Sorata con el imaginario del “paraíso terrenal” y el “origen del hombre” por su cercanía con el lago Titicaca y la belleza que imponen esas tierras.

Como dice Fernando Diez de Medina en su libro Sariri (1954), Sorata es el lecho donde el sol reposa; la fuente originaria y primitiva; el sitio donde el mundo nace o la morada fabulosa de los antiguos dioses indios. Autores como Jesús Viscarra, en su obra Copacabana de los Incas (1901), mencionan la relación de Sorata como el “semillero”, porque “ahtan” es el nombre de Adán, que en el idioma aymara quiere decir “semilla”.

El primer día del viaje decidimos descansar en el hotel de la plaza, que era una casona antigua llena de pasillos, jardines y gradas.

Las casas de esta localidad invitan a vivir la primera década del siglo XX. Aún quedan balcones y ventanales que reflejan la modernidad de un grupo importante de liberales, que ingresó a desarrollar negocios de quina, goma y oro y convirtió a Sorata en una de las residencias más importantes de Larecaja entre 1840 y 1950.

Actualmente Sorata recibe a muchos turistas. Una pequeña oficina cerca de la plaza permite conocer todas las posibilidades de rutas precolombinas y rutas comerciales que se pueden hacer, como experiencias de caminatas o trekkings. Ahí conocimos a nuestro guía, quien nos acompañó los siguientes tres días.

Terminada la planificación principal, nos dirigimos a las orillas del río.

El grupo de amigos era una amalgama de personas con diferentes gustos, carreras y actividades. Sin embargo, nuestra principal motivación, además de la caminata y el paisaje, era la fotografía; cuatro de los miembros del colectivo Sinmotivo decidieron cargar todo su arsenal de trípodes y cámaras para el ascenso.

El campo base fue la laguna Chillata, a 4.200 msnm. El ascenso lo hicimos en una vagoneta que contratamos y nos llevó hasta cierto lugar, de donde caminamos tres horas más.

La lluvia lentamente nos recibió y dificultó la acampada. El paisaje era imperdible: la laguna se presentaba como un espejo del cielo. En las próximas dos horas recibimos el regalo de una noche estrellada.

La laguna Chillata es conocida como un fuerte inca. Parte de las construcciones de piedra siguen de pie desde donde se contempla, en el fondo, el majestuoso Illampu. En muchas de las comunidades aledañas aún se realizan rituales.

El tercer día, por una cuesta pendiente que nos tomó entre tres a cuatro horas, ascendimos a la laguna Glaciar. Fue una ruta larga y cansadora y además experimentamos el efecto de la altura. Por eso, los momentos de descanso fueron reconfortantes. Ver la inmensidad de todo el valle calmaba el espíritu.

Las nubes desafiaban toda lógica y la neblina apareció en la altura. Nuestro guía nos indicó que deberíamos tener paciencia y que el ambiente se despejaría. Menos de una hora después, las nubes desaparecieron. Nosotros estábamos como si hubiéramos alcanzado el Olimpo y pudimos observar no sólo el Illampu, sino también el lago Titicaca, el valle de Sorata y parte de la Cordillera Real.

Éste no es sólo un artículo sobre un viaje sino es una invitación a internarse a diferentes caminos precolombinos que rodean nuestro país. A veces desconocemos las rutas y parajes que nos ofrece Bolivia.

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