sábado, 8 de septiembre de 2018

Fábrica de dinosaurios

No sabíamos nada de paleontología ni de escultura. ¿Quiénes podrían fabricar las réplicas de dinosaurios?, ¿cómo y con qué materiales? Y teníamos el compromiso con el BID, FONDESIF, la Prefectura, la Alcaldía y FANCESA de completar, en nueve meses, con la exhibición de 16 esculturas, la mayor inversión público-privada en desarrollo turístico de la región...→

Llevando ya un par de años como Gerente de Finanzas de FANCESA, un día de mayo de 2005 el Directorio de la empresa me sorprendió pidiéndome que me integrara al Directorio del Proyecto del Parque Cretácico, “porque los chuquisaqueños somos buenos para pelearnos, y como usted es paceño...”, refiriéndose medio en broma, medio en serio, a la tensa confluencia de tres entidades chuquisaqueñas en la iniciativa. Sin embargo, seguramente no sabían que mi abuelo y ascendientes paternos eran chuquisaqueños, y feliz yo había vuelto a vivir en Sucre donde, procedentes de la Aquitania francesa, los Calvimontes se afincaron desde el siglo XVII.

Naturalmente acepté honrado el nombramiento y conocí entonces a Roxana Acosta, la entusiasta, inquebrantable y vital impulsora del proyecto que me mostró que el Componente Infraestructura ya estaba muy bien encaminado, mientras que había un retraso absoluto en el Componente Esculturas de Dinosaurios. Por esa razón lo tomé a mi cargo, aunque sobre él solo existía un grueso esbozo conceptual y una asignación presupuestaria en el proyecto que se había convenido con el BID, junto con muchas, demasiadas interrogantes.

Setenta millones de años después de la desaparición de los dinosaurios, afortunadamente Internet me permitió un enriquecedor viaje en el tiempo para conocerlos. Además de tomar contacto con el doctor Christian Meyer, investigador de las huellas de Cal Orck’o, recorrí virtualmente toda la paleontología mundial durante varios días, hasta descubrir que felizmente el país que mayor desarrollo tenía en esta ciencia en Latinoamérica era nada menos que la vecina Argentina. Entonces fui entablando contacto con varios paleontólogos, “paleoartistas” (artistas gráficos y escultores que se dedican a representar especies prehistóricas) y museos de ese país.

Así, en un acelerado viaje por Argentina pude visitar varias excavaciones y museos paleontológicos y, aún más importante, conocí personalmente, me enriquecí con largas conversaciones y obtuve generosos consejos para nuestro proyecto nada menos que del padre de la paleontología contemporánea argentina, el doctor José Bonaparte, y de varios de sus experimentados exalumnos. Disfruté la pasión por los dinosaurios y comencé a conocer las técnicas escultóricas de algunos paleoartistas. La conclusión más relevante del viaje para nuestro componente fue contar con acompañamiento científico, desde la selección de las especies de dinosaurios hasta la creación de las esculturas.

Consecuentemente, efectuamos la búsqueda y contratación de un director científico in situ para el proyecto. Es así que, fruto de un concurso entre paleontólogos argentinos, tuvimos la fortuna de seleccionar a un joven y apasionado profesional, el doctor Sebastián Apesteguía, quien como se ha visto condujo finalmente el Parque Cretácico al altísimo nivel científico que reconocemos hoy.

Asimismo, efectuamos simultáneamente un concurso entre paleoartistas de Argentina, Brasil y Chile, quienes debían aportar con las técnicas de reproducción y de texturizado de las esculturas de dinosaurios, dirigiendo y capacitando a equipos de escultores nacionales. Como resultado de esto, contratamos a los argentinos José Luis Gómez, Carlos Papolio, Jorge Blanco, Jorge González y Santiago Druetta, todos con manos expertas de artista paleontológico y a la vez, o en esencia, con corazón de niño enamorado de los dinosaurios.

Casi de inmediato convocamos a este nuevo equipo a Sucre y comenzamos a trabajar en las oficinas de FANCESA. La primera tarea fue seleccionar las especies de dinosaurios que reproduciríamos en esculturas, que definimos que fueran 26. Para esto nuestra nueva autoridad científica nos guió buscando las que tuvieran evidencia de haber existido en el Cretácico en Sucre.

Definimos las escenas o dioramas de las esculturas, aprovechando las distintas ubicaciones y perspectivas del Parque, con representaciones vivas del ciclo natural, como nacimiento, cría, cacería..., y eligiendo el sitio del fondo para el magnífico Titanosaurio, que sería el emblema del Parque. Sin embargo, la siguiente temática de discusión nos dejó preocupados: todos los paleoartistas dominaban la técnica escultórica con resinas epoxi, muy maleables y ampliamente difundidas al interior de los museos argentinos, pero no tenían experiencia en alguna técnica que permitiera preservar las esculturas a la intemperie, ya que el epoxi no resiste la radiación solar ultravioleta, y menos probablemente en las alturas andinas de Sucre.

Simultáneamente, con Roxana Acosta convocamos al Concurso Nacional de Escultores, el que tuvo una excelente respuesta de más de 60 artistas de todo el país, quienes se congregaron con sus pequeñas muestras escultóricas de dinosaurios para competir en vivo modelando en arcilla en la Casa Municipal de Cultura de Sucre, a la vista y asombro de toda la población que se dio cita a este particular evento. Los paleoartistas argentinos, como jurado, eligieron a los ocho premiados, escultores que los acompañarían directamente en el Proyecto: el tarijeño Juan Carlos Vásquez, quien lamentablemente luego no pudo integrarse al equipo; el orureño Edgar García, a quien por su experiencia nombraríamos luego Asesor Técnico; los cochabambinos Dennis Antezana, Roger Araoz, Rodolfo Araníbar y Ramiro Numbela; y los chuquisaqueños Rolando Pórcel y Javier Portugal.

A estos se sumaron otros escultores con Mención Especial en el Concurso: los paceños Sulma Barrientos y Abel Bellido; los chuquisaqueños Nicolás Gastelú y Armando Pórcel; los orureños Rolando Rocha y Franklin Ríos, a quien por su experiencia nombraríamos después Jefe de Producción; y otras menciones: la brasileña Suely Aguiar y los locales Jaime Quispe e Ives Bustillos.

De inmediato, el 3 de octubre se dio inicio a los trabajos, aprovechando algunos espacios físicos que nos proporcionó FANCESA en las instalaciones de la planta. Rápidamente comenzaron a surgir las primeras maquetas a escala de los dinosaurios, dirigidas por los paleoartistas y modeladas en conjunto con los escultores nacionales, que hacían sus primeras armas representando a estos “bichos”, como a partir de ese momento comenzamos a llamar con cariño a estos animales admirables que reviviríamos después de 70 millones de años.

De la experiencia de los escultores nacionales salió finalmente la solución al tipo de materiales que utilizaríamos para los “bichos”: si bien los paleoartistas producían esculturas para museos, los artistas bolivianos lo hacen para plazas y casi siempre para la intemperie. Por lo tanto la técnica que recomendaron y que conocían bien fue, en resumen, moldear en arcilla sobre estructuras metálicas soldadas, “taselar” (obtener moldes negativos por piezas) en yeso, luego “enfibrar” (positivar la superficie definitiva en forma de placas) conresina poliéster y fibra de vidrio, materiales altamente resistentes al ultravioleta; para finalmente ensamblar las piezas sobre las mismas estructuras de metal. Sin embargo, esta técnica no sería aplicable al Titanosaurio, debido a sus enormes dimensiones, por lo que se planteó fabricarlo en fibrocemento.

Fácil de decir... Inmediatamente debimos seleccionar y traer toneladas de la mejor arcilla del país, que los escultores identificaron en Oruro; importamos fibra de vidrio y resina poliéster de los mejores proveedores mundiales; encargamos asbesto de las minas de Cochabamba para el fibrocemento; compramos localmente grandes cantidades de fierro y mallas de construcción, más bloques de plastoform, para con ellos armar las estructuras y volúmenes interiores de las esculturas; y obviamente en el Titanosaurio trabajaríamos con cemento FANCESA.

Naturalmente no fueron menores las tareas de planificación, organización y logística, en las que junto al flamante profesional Sergio Bonilla, que contratamos como Administrador, debimos sacar lustre a nuestra estructuración ingenieril, dado que las expectativas del proyecto y las ambiciones compartidas con el equipo eran muy grandes, los plazos extremadamente cortos y los recursos, limitados. Todos los documentos que desempolvé después de más de 10 años no son propios de un proyecto científico ni artístico, sino de un proyecto de ingeniería: es que disciplinas de la ciencia, el arte, la técnica y la industria tuvieron que engranarse para impulsar una inaudita ¡fábrica de dinosaurios en Sucre!

Y como toda fábrica, tuvo que contar con un gran galpón industrial. Los “bichos” iban creciendo en tamaño y cantidad y pronto el proyecto ya sumaba más de 50 personas, porque a los 25 del equipo base se habían agregado otro tanto de artesanos: soldadores, albañiles, ayudantes, etc., y practicantes de la Escuela Taller Sucre. Entonces inventamos un galpón de más de 400m2 que, cual piezas de Lego, armamos apilando containers metálicos de FANCESA, en sus propios predios.

Capítulo aparte para el Titanosaurio de 36 metros de longitud de cabeza a cola y 18 metros de altura. La maqueta a escala era más grande que varias de las otras esculturas ya en su tamaño definitivo, y, además, fue definida en fibrocemento, un material poco conocido por los escultores del proyecto. Felizmente, sin embargo, logramos reclutar en Santa Cruz de la Sierra al escultor Guillermo García, quien sí tenía alguna experiencia en esta técnica. Y sumamos al equipo al ingeniero Edgar Grandón, como Asesor Estructural, para el diseño de la enferradura del Titanosaurio, así como la revisión de las estructuras de las demás esculturas.

Finalmente, desafío adicional fue la convivencia diaria de hasta 70 personas, entre argentinos y bolivianos de diversos departamentos, a buena parte de los cuales alojamos en una casa grande de dos patios que alquilamos en la ciudad. Además de la atípica interacción multidisciplinaria entre científicos, artistas, ingenieros, técnicos y obreros, que hablamos distintos idiomas cuando se trata de perfección, belleza, tiempo y dinero, tuvimos que aprender a entendernos, pero trabajamos todos ilusionados con un mismo fin e hicimos gran amistad, aunque tuvimos que apagar varias “revoluciones” en el camino…

A estas alturas de la vida, he tenido grandes y diversos retos, tanto en Bolivia como en el extranjero, pero ninguno de ellos fue tan inesperado, emocionante, demandante de ingenio y creatividad, y con tan maravillosos resultados como la fábrica de dinosaurios del Parque Cretácico de Sucre, que durante los últimos 12 años le ha permitido a Sucre contar con una joya más entre sus riquezas. •

(*) El autor de este texto es exdirector del Componente Dinosaurios del Proyecto Parque Cretácico Sucre

Una proyección superada


La proyección inicial de demanda del Parque Cretácico, al décimo año, era de 57.600 visitantes, cantidad que ha sido largamente superada y con tendencia a continuar incrementando cada año, comenta Roxana Acosta, exdirectora municipal de Turismo y exdirectora del Proyecto Parque Cretácico.

En el 2016 los visitantes fueron 184.488, según informa la actual administradora del Parque, Elizabeth Baldivieso. Hace 12 años se fijaron varios objetivos, entre otros, crear servicios turísticos especializados con valor agregado al yacimiento de Cal Orck’o para satisfacer las expectativas del visitante, o consolidar un proyecto de desarrollo turístico autosostenible que esté basado en el patrimonio paleontológico de la zona, y todos fueron ampliamente cumplidos, agrega ella.

Con el apoyo y coordinación del Gobierno municipal, FANCESA y el BID, está proyectada la ampliación del Parque. “Se cuenta con recursos comprometidos para lograr un Parque que tenga la mayor diversidad de la fauna y flora de la era cretácica, amplios ambientes para niños y para toda la familia, sin dejar de lado el rigor científico, que es uno de los pilares para el éxito del Parque”, dice Baldivieso.

Según Acosta, “el Parque Cretácico ha constituido una experiencia novedosa porque es el único en Bolivia que aúna ciencia y ocio, frente a la concepción tradicional de museo”.




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