miércoles, 5 de agosto de 2015

Puna recreativa



Sus calles angostas parecen sacadas de una película ambientada en el siglo XVIII. Amanece y el cielo azul se luce sobre las inmensas montañas que rodean al pueblo y el frío penetra y cala hasta el hueso más pequeño. En este suelo valluno, los adultos cruzan de una vereda a la otra en busca de los rayos del sol que no parecen calentar, mientras otros frotan sus manos para darse algo de calor frente a los dos grados de temperatura que este paraje alcanza en horas de la mañana. Esto es Puna, ubicada a 65 kilómetros de Potosí, y quizá no sea la primera región de Bolivia en la que uno piensa al hablar de turismo. La imagen del pueblo es de inestabilidad por la migración de sus habitantes y la inexistencia de fuentes de empleo. Sin embargo, la Alcaldía encamina una campaña para atraer turistas.

El 20 de marzo, los puneños solicitaron su inclusión en el programa nacional “Unidos por el turismo” ante el Ministerio de Culturas, con un producto turístico factible para generar mayor flujo de visitantes. Su oferta cubre cuatro circuitos de este municipio: Pueblo Museo, que comprende a Puna; Granja Universitaria; la Era Perdida, que recorre Tembladera, donde hallaron caparazones de gliptodontes y el de Aventura de Altura, para conocer la laguna Thalaqocha.

Esta población se extiende unos 65 kilómetros de norte a sur y más de 50 kilómetros en dirección este-oeste. Capital de la provincia José María Linares, está ubicada a una hora y media de la ciudad de Potosí, desde donde salen los buses, y busca ingresar en la arena de la industria sin chimeneas como una medida para mejorar sus ingresos y sumar cifras a los cerca de Bs 26 millones de presupuesto que maneja anualmente.

Replican las campanas

Las campanas del templo replican en las paredes de adobe que sostienen las construcciones de estilo colonial, esto es señal de que es hora de ir a misa. Los arrabales se han convertido en atractivos turísticos para los escasos visitantes de esta región diversa, llena de manifestaciones culturales expresadas en sus fiestas patronales y eventos ancestrales como en la comunidad de Otavi, caracterizada por el baile del fandango y donde la diversidad costumbrista es propia de este municipio potosino.

Al típico baile se suman el ritmo del carnaval al son de la caja rueda, la danza de los cambitas y kellu michis en la fiesta del 3 de mayo, y los suris y jaylliris de los poblados de Miculpaya y Suquicha, actividades que también hablan de la multiplicidad de sus manifestaciones culturales.

Joven y entusiasta, el alcalde del municipio de Puna, Florencio Huanaco, tiene como misión atraer visitantes al pueblo. La autoridad observa la plaza central 10 de Julio que luce vacía, al igual que sus calles. “Antes, este espacio público era lleno de gente, ahora parece un desierto, esto sucede por la fuga de sus habitantes”, dice, melancólico, el burgomaestre.

El munícipe tiene cifrada sus esperanzas en el turismo nacional e internacional porque, en su criterio, tienen mucho que mostrar. Con esa premisa se identificaron los destinos turísticos que podrían ser promocionados como una opción para captar turistas y generar un efecto multiplicador en beneficio de la población y la infraestructura del pueblo.

Entre otros atractivos, en este caso de tipo arqueológico, figuran los restos óseos de gliptodontes, un animal con características similares a los quirquinchos o armadillos, pero de dimensiones gigantescas, muy semejantes a ese vehículo llamado popularmente “escarabajo”. Era un mamífero endémico de América y conformaba varios grupos que vivieron en regiones de las pampas argentinas y territorio boliviano.

También figuran la Granja Agroturística, que alberga un número considerable de ganado vacuno y porcino, y cuenta con espacios amplios para el desarrollo de cursos y seminarios, además de ambientes para la estadía de visitantes. Este espacio invita al foráneo a deleitarse en sus extensas áreas verdes y un campo deportivo para la práctica de básquetbol y fútbol.

El responsable de la Unidad de Turismo de Puna, Elvis Fuertes, dice que las pozas naturales de Tiguana Q’ocha, alimentadas por un río que está bañado por aguas refrescantes, invitan a los lugareños y visitantes a disfrutar del paisaje maravilloso a bordo de un caballo adiestrado a disposición de los turistas. En el interior de la hacienda denominada Oveja Cancha, los viajeros también podrán degustar del asado de llama y platillos tradicionales de la región, como los tamales de choclo.

Del mismo modo, en la laguna mística de Thalaqocha, desde la partida del tour hasta la cima del repositorio de agua más importante del municipio, se pueden advertir diversos pisos ecológicos, como una heterogénea flora y fauna. La última parada del paseo es el montículo de Jataj Pata, un área natural arqueológica cerca de la población del área urbanizada, que presenta imponentes grabados en rocas a base de golpes y varios ejemplares de petroglifos. Puna, en el sur de la meseta árida del altiplano boliviano, con un paisaje de ensueño, espera por todos.

Sucursal celestialPuna es un municipio potosino de la provincia José María Linares. Es conocido como capital del mundo y sucursal del cielo. Según el censo de 2012 cuenta con 20.000 habitantes. El clima es fresco y seco y las variaciones de temperatura entre noche y día tienden a ser significativamente mayor que la variación estacional. Su población ha disminuido en las últimas dos décadas en un 20 por ciento.

Querían arcilla y hallaron gliptodontes

Cuando el sol se aprestaba a ocultar detrás de las montañas, los hermanos Heriberto e Ismael Rodríguez no habían encontrado un solo gramo de arcilla, materia prima para la fabricación de ladrillo. Ambos hermanitos estaban decepcionados y jamás pensaron que serían los autores del descubrimiento de los restos óseos de gliptodontes a dos kilómetros de Puna, en la localidad de Tembladera Grande.

Heriberto cuenta que a lo lejos vio un objeto similar a un cántaro y en ese momento pensó que se trataba de un tapado (tesoro colonial). Llamó a Ismael y decidieron ver qué era en realidad, entonces se encontraron con un caparazón gigante que a simple vista tenía características similares a un tatú o quirquincho, pero con una longitud de tres metros de largo por dos metros de frontis.

El descubrimiento registrado el 19 de mayo de 2002 se tradujo en una explosión de visitantes de distintas latitudes del país; los hallazgos se multiplicaron, al igual que los saqueos, pues muchos aventureros, al ver el área desprotegida, optaron por hurtar los fósiles que se encontraban a la intemperie.

Aquellos restos óseos encontrados eran de mamíferos gigantes denominados gliptodontes, un mamífero endémico de América. Los mismos fueron trasladados hasta el museo paleontológico del municipio de Puna, donde “en su interior se guarda el caparazón de color blanco de esta especie extinta”, dice Elvis Fuertes, responsable de la Unidad de Turismo de esta comuna.

En el museo también se conservan dos caparazones de gliptodontes y el fémur de lo que pudo ser el megaterio, un oso gigante pariente de los osos perezosos. “Después del hallazgo en Templadera se formó una comisión integrada por varios profesionales y pobladores puneños que decidieron gestionar la construcción del museo”, subraya el funcionario edil.


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