domingo, 23 de agosto de 2015

La Pradera, fundo rústico



Una auténtica experiencia campestre se puede vivir en el fundo rústico denominado “La Pradera”, abierto al público a apenas 12 kilómetros de Sucre, en el camino a Yotala.

Aunque se engalana especialmente en primavera y verano, revistiéndose de los variados colores de las flores silvestres y el brillo de las frutas, como el tumbo, el durazno, el membrillo, la palta o la nuez, que allí da en abundancia, cualquier temporada del año es buena para disfrutar de este lugar.

ECOS recomienda no olvidar la cámara fotográfica para captar el paisaje que rodea esta antigua casona, el cual está lleno de vida.

Los “K’ala Peredo”
Se trata de la hacienda de los cariñosamente conocidos en Sucre como los “K’ala Peredo”, que le han dado un giro empresarial a la casa heredada de sus padres con extensas áreas verdes entre las que se cuenta una cancha de fútbol reglamentaria, un parque infantil, área de camping y rutas para caminatas, incluyendo un recorrido por la línea férrea que corona la propiedad. “La Pradera”, de la que se enamoraron Miguel Peredo Argandoña y Carmela Romero Linares, es el corazón mismo de la familia, pues allí crecieron y se formaron sus seis hijos: Carmen del Rosario (Charo), Mirtha, Stella, Juan Miguel, Silvia y Guido, así como sus 14 nietos y ahora casi una veintena de bisnietos, constituidos en la cuarta generación que ahora le inyecta vida a esta casa de campo.

En la caminata por el lugar se puede apreciar un bello paisaje natural, rodeado de montañas y con el río Quirpichaca a sus pies, además de patos, gansos, un gallo y sus gallinas, y un sinfín de avecillas que remontan vuelo por entre las copas de los árboles; entre ellas, las golondrinas y los pericos. La propiedad tiene de guardianes, como no podía ser de otra manera, a dos leales perros.

Sin embargo, el personaje principal es “Sampayo”, un viejo caballo cansino de aproximadamente 30 años que fue compañero de cabalgata y de aventuras innumerables de la familia y ahora vive, plácido y tranquilo, en la huerta, rodeado de naturaleza y muy cerca del diáfano cielo sucrense.

La casa conservada
La pareja tenía antes una propiedad en Cabezas y desde allí veían La Pradera, que, ahora lo cuentan sus herederos, por entonces les encantaba. En 1980, tuvieron la oportunidad de comprársela a Francisco Cors Gallo.

Al centro se encuentra la casona que, por su estilo, puede datar de los albores de la República.

La propiedad abarca aproximadamente 22 hectáreas, incluidas las áreas comunitarias de pastoreo, aunque el área verde productiva que rodea la vivienda suma unas tres hectáreas. El río Quirpinchaca que pasa por la orilla, antes, en verano, era un balneario natural. Los nietos incluso pudieron disfrutar de sus aguas y lanzarse en gomas o “bladers” inflados de llantas.

La casa está construida en dos niveles, de acuerdo a la forma del terreno. Tiene una amplia galería con habitaciones, así como un comedor cuyos balcones sirven para contemplar toda la huerta y los cerros que la circundan. Atrás, el sector de la cocina, con horno de barro y dependencias para empleados, será el siguiente en ser intervenido y reacondicionado para huéspedes. Al área principal se accede por una gradería, a cuya mano derecha se encuentra el salón principal conservando las características, en mobiliario y decoración, del tiempo de los abuelos. Incluso se ha respetado lo que queda del antiguo papel tapiz, al igual que de las habitaciones para que sean testimonio de su época.

Negocio familiar
La decisión de los herederos de conservar la propiedad y activarla como un negocio ha implicado la suma de esfuerzo y trabajo en equipo, como solo se logra en familia.

Por ejemplo la cancha de pasto, para la práctica del fútbol, ha sido sembrada personalmente por los hermanos, tal cual lo atestigua el álbum de fotos de La Pradera. Cambiar las cubiertas o techos del ala principal de la casona implicó una necesaria inversión, para evitar el deterioro de la infraestructura. Y, recientemente, se han habilitado ambientes para el alojamiento de visitantes, con una capacidad de 10 camas, pero con la proyección de ampliarla en un futuro próximo.

La cancha de fútbol se alquila independientemente por hora, así como el resto de las instalaciones son requeridas para campamentos, eventos especiales al aire libre y sentadores paseos en familia. También la cocina, el comedor y su menaje están a disposición de los visitantes, que pueden preparar allí sus alimentos con total autonomía.

La Pradera actualmente tiene contratos con agencias de viaje que llevan extranjeros a vivir una experiencia campestre recorriendo el lugar, donde incluso se los anima a cosechar frutos para luego preparar, por ejemplo, un pan con palta o un jugo de tumbo, lo que resulta fascinante para los turistas.

Los interesados pueden hacer reservas llamando al 4-6451440 o a los celulares 76120140 y 70313418.

“Solo el amor supera la leche”
Stella recuerda que una Navidad su padre, Miguel Ángel Peredo, sorprendió a sus pequeños hijos con un regalo inesperado: les presentó a la primera vaca lechera holandesa con la que fundarían su lechería. Esta funcionaba en La Prosperina (donde ahora está el colegio Alexander Von Humboldt) y la vaca no fue muy bien recibida como regalo por los niños, que ahora ya adultos cuentan la anécdota con una sonrisa.

Carmela Romero, igualmente emprendedora, apoyó a su esposo en todo. Ella fue una de las primeras mujeres en conducir un vehículo y, personalmente, se encargaba de repartir la leche en botellas de vidrio a los clientes, así como de recoger de vuelta las vacías.

Incluso llegó a fundar un bar lácteo que tenía como slogan: “Solo el amor supera la leche”. Allí preparaba desde natillas hasta yogures saborizados con frutos como nuez de La Pradera y con mermeladas de su propia manufactura.


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