domingo, 10 de noviembre de 2013

Turismo de riesgo para sentir la adrenalina de escalar los picos más altos del país

Ya arriba, mastico brevemente mis sensaciones más humanas: orgullo, vanidad, gloria... La digestión la hago algún tiempo después, y esa sensación ya pulida es la que perdura en mi alma”, relata uno de los andinistas más conocidos de Bolivia, el fotógrafo Willy Kenning, que al igual que algunos pocos, se atreve a realizar estas travesías y dejarse llevar en un paseo por las nubes desde los picos más altos y blancos de nuestro país.

Escalar montañas parece algo imposible, pero Kenning asegura que cualquier persona que tenga la suficiente preparación física y sepa afrontar los riesgos, lo puede hacer y a cambio recibirá su recompensa: sentir la adrenalina.

El fotógrafo nos relata la aventura de ascender a los picos más altos de Bolivia como el volcán Sajama (6.542 metros en Oruro), de la cordillera Occidental, el Illimani, el Ancohuma y el Illampu de 6.438, 6.427 y 6.368 metros respectivamente, en la Cordillera Real en La Paz.

Las rutas para llegar
Para visitar el Sajama, hay que viajar por la carretera asfaltada a Tambo Quemado. Al Illampu y al Ancohuma se va por la ruta de La Paz a Sorata, y al Illimani se va desde la zona sur de La Paz, hacia Palca y luego subiendo sus laderas hasta el campo base. En general, son viajes de dos o tres horas. Hay otros picos de la Cordillera Real a los que se llega en sólo tres horas, por caminos más rústicos pero muy panorámicos. El más cercano, y el pico más escalado del mundo, es el Huayna Potosí (6.088 m), a 90 minutos del centro de La Paz.
“Cada montaña es única y tiene distintas aproximaciones y rutas para ascender, unas fáciles, otras más técnicas y arriesgadas. Hay expediciones que duran desde dos a siete días”, cuenta Kenning.

La sensación de subir
“Debe haber tantas sensaciones distintas como escaladores. En esta actividad, lo físico y lo mental tienen un papel preponderante. Se llega al límite de nuestro cuerpo y cuando no quiere, hay que obligarlo a seguir. Es mejor si van los dos de la mano, pero eso rara vez ocurre. A veces prevalece la cabeza y llega la gloria, en otras prevalece el cuerpo y llega la frustración. Es una lucha interna”, rememora este fotógrafo que ha captado las imágenes más impresionantes de estos lugares tan llamativos y a la vez tan inhóspitos.
“La imagen de la cima es lo que lo jala a uno hacia arriba. En mi caso, a cada paso que doy, me repito permanentemente mi meta por si alguna debilidad aparece”.
Cuenta que en general se siente una satisfacción personal muy grande. “Se sabe que uno venció, que pudo dominar sus miedos en aras de la grandeza de la vista y la templanza del espíritu”. Mientras más difícil es la montaña, más profunda la recompensa”.

La preparación es muy importante
Es imprescindible tener un buen estado físico. Es necesario al menos 90 minutos diarios de ejercicio físico intenso para fortalecer la musculatura en todo el cuerpo, especialmente las piernas. Lo aeróbico también es fundamental para tener éxito.

Debe hacerse con 6 o 12 meses de anticipación, partiendo de un estado físico razonable. “Recomiendo un chequeo médico; corazón, pulmones, presión, etc. Para tener en cuenta: a 5.000 metros de altura hay alrededor del 50% menos de oxígeno que a nivel del mar”, explica Kenning.
Si bien no hay cursos para hacer andinismo en Bolivia, se puede tener una preparación in situ, para aprender algunas técnicas indispensables.

En el país existen unas dos decenas de excelentes guías certificados internacionalmente, que le darán al inexperto todo el soporte necesario para no correr riesgos innecesarios.
“Previamente, debe hacerse un examen personal concienzudo para evaluar si sufre por la altura, vértigo o frío, nivel de preparación física y si realmente le gustan los riesgos y responde a ellos con la cabeza serena”, concluye.



Comenzar el descenso
Nadie se queda más tiempo que el necesario para el festejo y las fotos. Entre 15 y 60 minutos, dependiendo del clima y algunos protocolos. “Subir cuesta mucho más esfuerzo físico y eso está demostrado con los tiempos (en bajada es, generalizando, la mitad a lo sumo). Sin embargo,en el descenso ocurren muchos accidentes: uno ya está más cansado, ya se relajó un poco, la altura pasó factura, la adrenalina bajó sus niveles, está mal alimentado y peor hidratado”.

Para sortear estos peligros se recomienda bajar con prudencia, audacia calculada, conocimientos (del guía o experiencia personal), sentido común y conocer dónde está el límite de cada uno. “Cuando algo inclina la balanza hacia el sufrimiento y se pierde el disfrute, es hora de volver a casa”.

La recomendación final es que en el país lo ideal es escalar en invierno, cuando se cuenta con días estables, frío soportable, poco viento, nieve firme (sobre todo entre junio y agosto).
Estar en la cumbre da una sensación de paz y grandeza que pocas veces se puede experimentar en cualquier otra actividad






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