martes, 16 de agosto de 2016

La crisis en Rurrenabaque, una pesadilla China


REPORTAJE | ERA UNO DE LOS PUEBLOS MÁS ATRACTIVOS PARA EL TURISMO EN BOLIVIA. HOY, ESTÁ EN GRAVE RIESGO DE PERDER SU IDENTIDAD Y SU PRINCIPAL INGRESO.
En Rurrenabaque, tradicionalmente conocida como la “capital de la felicidad”, la “perla amazónica” o “la puerta de la Amazonía”  hoy reina el desasosiego. Un proyecto comunitario trabajado durante 30 años parece desmoronarse abruptamente, víctima de fuerzas externas y justo cuando parecía consolidado. 
No es necesario remontarse hasta hace mucho tiempo para notar el cambio. En realidad, hasta fines de 2014, las calles de Rurrenabaque aún estaban repletas de turistas, la mayoría jóvenes, que llegaban para conocer los célebres encantos de la zona.
El turismo israelita ocupaba el primer lugar en la lista, aunque cada vez llegaban más europeos.  Chilenos, argentinos, brasileños, peruanos, estadounidenses..., en los locales de Rurrenabaque, se escuchaban los más diferentes acentos.
Con su naturaleza embriagante, Rurrenabaque invitaba a quedarse. Está en el centro de una zona exclusiva a nivel mundial porque, al ser el principio de la Amazonía y el fin de las estribaciones andinas, suma un sinfín de paisajes, flora y fauna. De hecho el entorno (áreas de Madidi y Pampas) es considerado la séptima región de mayor biodiversidad en el mundo. Incluso recientes estudios de la Wildlife Conservation Society (WCS) prevén situarlo aún más alto.
Por ello, pese a las crónicas dificultades de transporte, el esfuerzo para llegar valía la pena. Y sobre todo porque Rurrenabaque, durante tres décadas, desarrolló infraestructura y servicios turísticos en una apuesta social singular para Bolivia. Enclavada en el borde de la frontera entre Beni y La Paz, abrazada por las Serranías del Bala y el río Beni, se brindaba a los visitantes con una surtida oferta de atractivos. Hasta 2014, entre discotecas, bares, restaurantes, albergues exóticos, circuitos turísticos de jungla,  navegación, y actividades al aire libre, los turistas estaban en su salsa y los empresarios también.
Pero hoy, todo ha cambiado. Es la noche del viernes 15 de julio, en años pasados, a esta misma hora, las calles rebalsaban de jóvenes bailando y cantando, entrando y saliendo de restaurantes y discotecas. Ahora no hay más que un par de perros callejeros en la plaza y varias calles del entorno se hallan en penumbra. Los restaurantes están cerrados, las discotecas, las que quedan, se muestran vacías. Los contados visitantes que llegan son aquellos que trabajan en alguna de las obras, la mayoría españoles, porque los chinos no se juntan con los locales. O, por lo menos, no lo hacen para consumir ningún producto turístico.
Julio era una de las épocas altas. “A la hora del desayuno, todos los días tenía varios turistas sentados en la acera, esperaban que se vaciaran mesas para ingresar –dice el empresario Carlos Espinoza-. Ahora a lo mucho se llena la mitad de la cafetería, estimo que mi negocio cayó un 80 por ciento”. Espinoza vive hace 21 años en Rurrenabaque. Ha sido parte de diversos proyectos turísticos y ecológicos y no recuerda un bajón similar.
Luis (*), un indígena mosetén que trabaja en uno de los albergues comunitarios, confió también sus preocupaciones a OH! mientras mostraba el emprendimiento a orillas del río. “Antes salíamos con un bote lleno de turistas que se iban por la mañana a tomar su avión, y ya por la tarde volvíamos con otro bote completo de turistas –explica Luis-. Ahora a lo mucho llegan dos o tres extranjeros por día, a veces sólo uno”.
Los testimonios se multiplican. Una funcionaria hotelera cuenta que en su trabajo realizaron mejoras para recibir turistas, pero debieron resignarse a aceptar a un particular tipo de parejas. “Son trabajadores chinos que llegan acompañados de jovencitas, por lo general de rasgos aimaras –detalla-. Traen chicas muy jóvenes. Pagan la pieza por un día, pero la ocupan sólo por unas horas”.  
La crisis de los porteños (así se les llama a los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las autoridades de Gobierno. El viceministro de Turismo, Joaquín Rodas, explicó a OH! que se ha calculado una caída de 60 mil a 35 mil visitantes anuales, es decir casi 42 por ciento, casi la mitad. Sin embargo, los empresarios de la zona consideran que la baja es mucho mayor y que el sistema de cálculo de ocupación es precario porque hasta ahora no hay un registro digitalizado de los huéspedes. Incluso temen un virtual fin del turismo en los próximos años.
El abogado Daniel Manzaneda, quien también ha incursionado en actividades turísticas, explica que sólo en la calle donde vive han cerrado cuatro restaurantes. “Estoy decepcionado, ‘Rurre’ está dejando de ser turístico por la concentración de empresas y va a ser peor –lamenta el jurista-. Yo quería trabajar con el Medio Ambiente, vivir  con mi familia. Ahora ya no me gusta la idea de que mi hija crezca acá”.
Los porteños advierten el factor que agravará fatalmente su crisis. La confluencia de tres obras de infraestructura, ejecutadas por empresas chinas, presuntamente sin mayores precauciones ambientales: el puente que unirá Rurrenabaque con su vecina San Buenaventura, la carretera a Ixiamas y un complejo agroindustrial azucarero.
En ese escenario destacan la polémica construcción del puente. Este atravesará el pueblo a escasos 400 metros de la plaza principal y afectará directamente a decenas de negocios turísticos. Se estima que permitirá un flujo de 1.500 camiones de alto tonelaje por día.
La preservación ecológica empezó ya a resentirse. Los trabajos de las obras han coincidido, por ejemplo, con un alarmante resurgimiento del tráfico de especies, sobre todo de jaguares. Desde 2014, la Dirección General de Biodiversidad ha registrado el decomiso de 800 colmillos del gran felino amazónico. La mayoría de los casos se produjeron en esta zona y fueron protagonizados por súbditos chinos. Rurrenabaque, durante tres décadas, desarrolló campañas de preservación intensivas que redujeron radicalmente la caza furtiva, pero repentinamente el delito se disparó.
La baja actual también es atribuida a decisiones gubernamentales. Pesa, por ejemplo, la imposición de visas a ciudadanos israelitas. Eran uno de los grupos principales y desde la medida virtualmente desaparecieron. El viceministro Rodas señala que también afecta la crisis económica internacional que castiga a países como Argentina y Brasil. Igualmente recuerda las precarias condiciones en las que funciona el aeropuerto de la población. “Estamos desarrollando una campaña intensa para relanzar este destino, ícono amazónico, con fuerza estatal”, afirma esperanzado. Quiere que el turismo interno compense las bajas.
Pero, por si faltara más, frente al esfuerzo del Viceministerio ha surgido otra decisión gubernamental que expertos en turismo y los propios porteños consideran fatal: el presidente Evo Morales anunció el 13 de julio la realización del estudio a diseño final de la represa hidroeléctrica de El Bala, ubicada a 16 kilómetros aguas arriba de Rurrenabaque.      
“Es la venganza de Evo”, dicen algunos vecinos que, como en una pesadilla, observan resignados el incesante trabajo de las empresas chinas. Recuerdan cuando se opusieron a la construcción del lugar donde se construyen el camino y del puente. Recuerdan cuando el ministro Juan Ramón Quintana llegó a la zona para imponer la voluntad del Gobierno. Consideran que fue la sentencia de muerte para el Rurrenabaque turístico. Y comenzó a nacer el pueblo de ahora, cada vez más parecido a un sitio de paso. De aquellos donde los camioneros comen, usan el baño, y se marchan.
(*) Su nombre fue cambiado.

(La segunda parte de este reportaje se publicará el próximo domingo 21).
 

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Eufa Ojopi lucha por su casa.
Mónica Oblitas
EUFA Y EL FIN DE UN SUEÑO
Eufagne Ojopi, nacida y criada en Rurrenabaque, tiene una casa que parece inspirada en el Tibet. Sus techos altos, sus pisos y paredes, todos los detalles que ella ha puesto, casi sin ayuda, convirtiendo su hogar en un remanso, hacen de la casa un lugar muy especial conocido por los vecinos de Rurrenabaque como el sitio perfecto entre el monte y el pueblo: ni tan lejos ni tan cerca.
La mujer, a la que todos conocen como Eufa, que bordea los 55 y un poco más, de pelo largo y cano, delgada, de paso ágil y voz dulce, ha plantado además varios árboles de frutos típicos para que cuando estos caigan, alimenten a los animales silvestres que hay en la zona. Su jardín amazónico goza hasta de un mítico árbol del pan. Ha rodeado su hogar de armonía, y no falta la limonada para recibir a las visitas que eso sí, deben quitarse los zapatos para mantener impecable el lugar.
Pero ahora, cuando se llega a su casa, un letrero recibe a los visitantes con una advertencia: “El asesinato de este pueblo es obra de los siervos para satisfacer el capricho de sus amos y yo no me rendiré ante ellos.”  Justo al lado de su puerta, a unos pocos pasos, se ve el trazo que ha realizado un tractor para abrir el camino que llegará al puente. Hay tierra arrojada sobre sus cultivos. Una zanja profunda ha destrozado la senda que llegaba a su casa. Y los constructores de la polémica vía que no ha sido consensuada y que pasa por encima hasta de la física (la zona ha sido catalogada como geológicamente inestable), han decidido poner un baño para uso de los trabajadores bolivianos y chinos que están en la zona.
Eufa cuenta que ella ha ido varias veces a reclamar por los atropellos a su propiedad, pero no ha sido escuchada. Dice que les pidió la autorización desde el mes de abril de 2015 a todos los ingenieros y trabajadores que han avasallado su casa, pero no se la mostraron. Y que no es solamente ella la que está perjudicada, pero que los demás vecinos tienen miedo de reclamar a la gente de Sinopec.
La mujer ha hablado en varias ocasiones con el gerente general a cargo de la obra, Walter Torres, reclamando la autorización y que éste le había dicho que no la tenía pero que en cuanto Rurrenabaque cambiase de alcalde, lograría la autorización municipal.
Dicho y hecho, al día siguiente de que el oficialista Cleto Dávalos asumió como alcalde, Torres apareció con la autorización de estudio de obra, aunque no de ejecución. Hasta ahora la obra no tiene todas las  autorizaciones correspondientes.   
Dice que no han sido pocas las veces que se ha enfrentado, sola, a los ingenieros bolivianos maleducados y a los trabajadores chinos que poco la entienden, pero que en su escaso español la llaman “la pesadilla de cabeza blanca”. Habla siempre conservando la dulzura en su voz y sus buenas maneras. Recuerda que de joven salió de Rurrenabaque y vivió por Canadá y Europa. Pero cuando le tocó definir cuál era el mejor lugar para vivir, eligió a su tierra y volvió decidida a erigir la casa de sus sueños.
“Por lo menos quiero que me paguen lo que vale mi terreno, mi casa, porque mi vida no tiene precio y tengo que empezar de nuevo, cuando pensé que ya había encontrado el sitio donde quiero envejecer”, nos cuenta con la voz quebrada. Pero ni eso le han ofrecido de forma justa. “Quieren pagarme el valor catastral de la parte afectada, que son como 53 metros sobre los que ya se construye, aunque toda la propiedad se verá afectada, pero no quiero, quiero que me paguen el valor comercial. Quieren pagarme 10 dólares por metro cuadrado y se niegan a negociar conmigo, eso es una imposición. Estoy dispuesta a negociar porque no me queda otra, pero que me paguen lo justo. ¿Cómo van a ponerle precio a mi tranquilidad? Es el cambio de un paraíso natural a un infierno artificial”, murmura dolida. “Es un asesinato, no hay otra forma de llamarlo. ¿Qué derecho tienen de matar la identidad de un pueblo?”

“La crisis de los porteños (así se les llama a los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las autoridades de Gobierno”



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Tractores trabajan casi encima de las casas.
Mónica Oblitas

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Panorámica del trazo que impone el puente.
Mónica Oblitas
LAS OBRAS

El puente
En la zona de Rurrenabaque y San Buenaventura, se están construyendo obras millonarias, la mayoría cuestionadas, y casi todas ejecutadas por empresas chinas, tal el caso del puente en Rurrenabaque, que costará 16 millones de dólares, y está a cargo de la empresa Sinopec, bajo vigilancia de la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC).
El puente tendrá una longitud de 374 metros. El Estado financia el 100% de la obra mediante los recursos obtenidos por el Gobierno con una parte de la emisión de los "Bonos Soberanos”. Cabe destacar que la especialidad de Sinopec, es el campo petrolífero. La obra debió ser entregada el año pasado, en septiembre, pero buena parte de la población no estuvo, ni está, de acuerdo con el lugar por donde se está construyendo, que tajea a Rurrenabaque y lo convierte en un pueblo de paso para camiones de alto tonelaje.
Aunque la Constitución Política del Estado, la Ley de Autonomías y la Ley de Municipalidades, otorgan a los Gobiernos Municipales del país, la facultad de determinar el uso de suelos y de las vías urbanas correspondientes a su juridiscción, así como la reglamentación del tráfico urbano, en el caso del puente, (que nadie quiere bautizar), la ABC no ha respetado ninguna de estas atribuciones al Gobierno Municipal de Rurrenabaque ni tampoco las normas internacionales referidas a la construcción de carreteras para el transporte pesado. De acuerdo al Viceministerio de Transportes,  la normativa de diseño internacional obliga a que estas obras de altas prestaciones, donde hay circulación de grandes flujos vehiculares, necesariamente salgan de la mancha urbana.
Se teme que la construcción del puente tenga efectos adversos (derrumbes y deslizamientos) sobre las serranías  afectando en cantidad y calidad a las reservas de agua que abastecen a la población.  Además está el impacto a centros educativos de Rurrenabaque, espacios patrimoniales y establecimientos de salud; el deterioro de la calidad de vida de la población; la vulneración del derecho y obligación constitucional del municipio de organizar y planificar sus zonas urbanas de forma autónoma, y mayores riesgos de inundaciones. Hoy ya es posible ver las plataformas sobre las que se asentará la obra. Pese al notorio avance, los vecinos confiaron a OH! que aún tienen la esperanza de que el Gobierno los escuche y construya el puente más abajo, para que el pueblo no se vea afectado.


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Panorámica del Ingenio de San Buenaventura.
Mónica Oblitas
El ingenio
En esta zona el Gobierno ha planificado un “polo de desarrollo”,  a partir de inversiones en carreteras, industria, como el ingenio azucarero, y en una política de distribución de tierras a campesinos y colonizadores provenientes de tierras altas. Además de las actividades hidrocarburíferas.
Cruzando de Rurrenabaque a San Buenaventura en bote y luego viajando durante 45 minutos en taxi, se llega al ingenio de San Buenaventura. Parece una obra copiada de alguna película ufológica: torres de decenas de metros de alto, plataformas, galpones para oficinas y cuarteles separados para los trabajadores bolivianos y para los trabajadores chinos, llaman especialmente la atención, como también llama la atención que pese a que el ingeniero que nos atiende repita una y otra vez que el lugar es una “obra abierta para que la visiten todos los bolivianos”, no nos dejen ir más allá de la entrada, previa fotografía de nuestras credenciales. (“El ingeniero no está, necesitamos pedir permiso, etc”.)
Sin embargo, no deja de sorprender que la factoría, tal cual adelantaron sus críticos antes de que se la erija, carezca de materia prima. Tanto así que el mismo presidente Morales ha reconocido que no existe caña suficiente para que el ingenio, de 265 millones de dólares y a cargo de la empresa china CAMC, funcione de forma óptima.


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La única pista que tiene está llena de huecos.
Mónica Oblitas
El aeropuerto
La obra que sí se reclama desde hace décadas en Rurrenabaque tampoco avanza como se esperaba. El nuevo aeropuerto tenía que haber sido entregado el año pasado, en octubre, pero todavía  se debe aguardar la indulgencia de las nubes para poder llegar y salir del pueblo. La única pista asfaltada que tiene es muy corta y está llena de baches. No pueden llegar al aeropuerto más que los aviones Fairchild Metro 23 de Amaszonas, para 18 pasajeros. No hay planes para adquirir el radar que permitiría un acceso diario y seguro frente a las frecuentes nubes bajas.
El Banco Mundial aprobó un crédito en 2011, de 109,5 millones de dólares para “lograr mejoras sustanciales en la carretera entre san Buenaventura e Ixiamas y para el aeropuerto de Rurrenabaque”. El crédito incluía la construcción de una nueva terminal aérea, torre de control, un edificio para operaciones, rescate, una vía de acceso, y equipamiento contra el fuego. El costo total de estas obras para el aeropuerto iba a ser de 6 millones de dólares. Y tenía que ser implementado por la Administración de Aeropuertos y Servicios Auxliares a la Navegación Aérea (AASANA).
Sin embargo, a la fecha, la Gobernación ha destinado 6 millones de bolivianos para rellenar los huecos de la pista existente y la otra “sigue en construcción”. Un conflicto de expropiación de tierras, ya resuelto, detuvo en su momento las obras, sin embargo, transcurrido casi un año el dinero destinado para la mejora sustancial del aeropuerto, aún no se desembolsa. El informe del Banco Mundial señala la situación como “altamente insatisfactoria”.
Se han hecho peticiones de informe de ésta y otras obras por parte del senador Yerko Núñez y organizaciones como el Foro Boliviano de Medio Ambiente ante la Gobernación, el Banco Mundial, y la ABC, que debían responder por el uso del crédito, pero no hay resultados.

"En la zona de Rurrenabaque y San Buenaventura, se están construyendo obras millonarias, la mayoría cuestionadas, y casi todas ejecutadas por empresas chinas"

"La crisis de los porteños (así se les llama a los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las autoridades de Gobierno"


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