domingo, 18 de septiembre de 2011

Exaltación La antigua misión de los cayubabas

RECIÉN CELEBRÓ SU FIESTA PATRONAL | Está rodeada de ríos caudalosos y llena de leyendas.

Julio César y Jairo Neira Atoyay, de cuatro y dos años, respectivamente, juegan en la fuente de agua situada en el centro de la plaza de Exaltación de la Santa Cruz, población beniana fundada en 1704 por el jesuita Antonio Garriga. Los dos niños son muy pequeños para entender que por sus venas corre sangre del antiguo pueblo cayubaba, muy conocido por su fortaleza en las tareas de remar por los caudalosos ríos que bañan la región.

Exaltación, que también es denominada Cayubaba, es el pueblo más septentrional del antiguo partido jesuítico del Bajo Mamoré.

Cuenta la historia que una vez cumplida la tarea de agrupar a los indios canichanas en San Pedro, en la margen derecha del río Mamoré, los religiosos vieron la necesidad de hacer lo mismo con los naturales cayubabas, en la orilla poniente, donde serían agrupados desde sus numerosas aldeas esparcidas por la región.

En 1704 el padre Garriga fue el encargado de atraer y juntar a los indígenas en un sitio que quedaba a pocas leguas arriba de la desembocadura del río Iruáñez en el Mamoré, donde quedó definitivamente asentado, pues es uno de los pocos pueblos de Moxos que no sufrió traslado alguno.

TABACO

En la época colonial la región fue famosa por cultivar tabaco que luego de ser secado comenzaba una preparación con esencias naturales como vainilla, que eran el deleite de quienes lo probaban.

El tabaco cayubaba llegó a los centros de poder de la Audiencia de Charcas y en la época de la explotación de la goma su comercialización fue intensa en todo el país estableciéndose un activo puerto sobre el río Mamoré.

Sin embargo, a mediados del siglo pasado este producto casi desapareció debido a la migración de la gente que huyó de la epidemia de sarampión que casi diezmó a la población. Ahora el tabaco de la región es una leyenda más porque no se lo conoce ni para el consumo local.

‘COME CURAS’

Un mote con el que se conoce a los cayubabas modernos es el de ‘come curas’, debido a que en los años 50 del siglo pasado los pobladores castigaron duramente a un sacerdote de apellido Áñez porque se aprovechó de la mujer del sacristán, lo cual disgustó al corregidor indígena que junto a otros pobladores apalearon al religioso al que llevaron hasta un río cercano, donde lo descuartizaron y echaron al agua.

“En su agonía el cura maldijo al pueblo, prediciendo que desaparecería de a poco. Esa profecía casi se cumple porque solo quedaron 30 casas alrededor de la plaza”, recordó Juan Manuel Arriaza.

Hoy el río donde ejecutaron al religioso fue denominado Iruáñez, que en lengua cayubaba quiere decir ‘donde murió Áñez’ y no Iruyáñez como erróneamente se lo denomina.

RELIGIOSIDAD

El párroco de la localidad, Gualberto Román, revela que el tesoro más preciado de la parroquia es una astilla de la verdadera cruz de Cristo que trajeron los jesuitas y la incrustaron en una nueva cruz que ahora es objeto de culto y veneración en su fiesta patronal, que según el calendario católico es el 14 de septiembre.

En la víspera una cruz pintada de varios colores y que es cuidadosamente guardada en la sacristía del moderno templo, es sacada en procesión y adorada en el centro de la plaza.

Los naturales del lugar llaman a la celebración ‘ojieré ra rajtutué sua fiesta d’ eré deu yoinderó’, que significa ‘vamos a recibir la fiesta grande del pueblo’.

Al día siguiente siguen los actos religiosos como la misa central, otra procesión en la plaza y por la tarde, durante tres días, hay jocheo de toros donde los hombres valientes y las mujeres cayubaba demuestran su valentía y le dicen al mundo que su raza no desaparecerá.



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