domingo, 21 de agosto de 2011

El que fuera el hotel más glamoroso de Bolivia sufre los efectos del abandono y de los saqueos de lugareños

Unos dicen que era un tipo agradable, aunque no dejaba a sus trabajadores comer en el hotel; otros aseguran que les invitó a almorzar en sus lujosas instalaciones, y todos parecen recriminarle, en su interior, que no les dejara ver a los famosos actores que fueron a alojarse al Jatuba, según las leyendas que crecen. De Alberto Chito Valle, exprefecto de La Paz, y su hotel, el Jatauba Lodge, corren historias por todo San Buenaventura. Un vecino de este municipio del norte de La Paz, Toño, cuenta que su suegro trabajaba transportando a los huéspedes en lancha desde Rurrenabaque hasta el hotel. Un día, estaba la familia viendo televisión cuando pusieron la película Titanic. Su suegro, lanchero, señaló la pantalla con el dedo y exclamó:

“¡A ése lo he llevado yo al hotel!”. Toda la familia giró su cabeza para mirarlo: se refería al actor Leonardo DiCaprio.

Hoy, del lujo y las fiestas que allí se celebraban queda poco más que las abandonadas habitaciones y las piscinas naturales. El Jatauba no recibe huéspedes desde el 2010, cuando detuvieron a Valle. Hace un tiempo, el hotel estaba cerrado bajo llave, pero hoy está abierto a otro tipo de turistas que contratan una lancha y se acercan a ver la que fue la joya del yerno del expresidente de Bolivia, Hugo Banzer. La mayoría de los sanbueneños nunca pisaron este hotel. “Dicen que era muy bonito”, afirma Manuel Sanginés (65 años).

Para llegar a este paraíso del relax y el lujo a las puertas del Parque Nacional Madidi, tomamos una barca que contrata la Alcaldía de San Buenaventura. La lancha sube durante unos 10 minutos por el río Beni hasta detenerse en una de las tantas playas que hay en el lugar. Otra embarcación, vacía, descansa sobre la arena aguardando que regresen sus tripulantes. Enfrente hay una cabaña y una pasarela de madera medio camufladas entre la vegetación que asoma hacia el río. Lo que destaca es una descolorida bandera de Bolivia colgada de la barandilla del mirador de la cabaña. Es la entrada al que fuera, según se dice, el hotel más lujoso de Bolivia. La casita de madera es para el guarda, asegura Aquiles, nuestro lanchero. “Cuando lo había”.

En octubre del año pasado, grupos de comunarios de la zona entraron al Jatuba con el argumento de que las cascadas naturales del complejo les habían sido arrebatadas por el exprefecto de La Paz, y tomaron la justicia por su mano apropiándose de parte del mobiliario y otros objetos. “Lo primero que se llevaron fueron los minibares”, asegura Toño.

Al lado de la excasa del guarda está la entrada al hotel. El camino de maderas destartaladas, elevado a varios metros sobre el lecho de un pequeño riachuelo, se pierde entre los troncos y las hojas de los árboles. Al quedar bajo la oscuridad de la espesura de la vegetación, se siente la tranquilidad inmensa del lugar, interrumpida por el graznar de algún pájaro al que no se logra ver. La lluvia, de repente, aporta su sonido a la música ambiental.

Tras avanzar unos metros, se llega a la que era una de las zonas recreativas. Allí quedan algunas hamacas de plástico verde que, al igual que el suelo, están llenas de barro por la crecida del río. Al lado, el bar y, enfrente, el tesoro del Jatauba: la piscina natural.

Es fácil imaginarse a los huéspedes tomando cocteles en el agua que los bármanes les acercaban en exóticas copas. Hoy la piscina está sucia y en el bar sólo queda polvo y algunas botellas vacías.

Al frente, cae la cascada que llena la piscina. El riachuelo pasa por debajo de la construcción más grande del complejo: el salón con el bar y la cocina. Allí arriba están los otros visitantes que han venido a ver este lugar lleno hoy de misterio.

A la pasarela que conduce hasta lo alto le falta gran parte de los tablones de madera, lo cual obliga a trepar por la ladera de la montaña para lograr ver qué queda del comedor del hotel. Con la lluvia, el terreno está resbaloso y existe el peligro de caer a la piscina. Las gradas que conectan la pasarela con el comedor también están mojadas y uno de los turistas, con su bebé en brazos, se resbala y cae. Por poco se ha librado de ir a parar a la piscina en una caída de varios metros. “Hay que tener cuidado con esas gradas. Un turista se cayó y murió”, asusta Aquiles.

En las cabañas, abiertas, hay telarañas y huecos donde debería haber mobiliario. En algunas habitaciones queda poco más que la estructura de madera de las camas y algunas copas de cristal. Aún así, el Jatauba aún mantiene su belleza y su magia.

Tras salvar los agujeros de la pasarela, no sin dificultades, llegamos al gran salón de madera. Hay una baraja de cartas esparcidas por un sofá destartalado con vistas a la primera piscina. Delante, sobre una mesita, brilla una caja de cristal con colección de mariposas. Sobre la barra, una botella de whisky escocés y otra de vino, con varias copas alrededor. Da la sensación de que el hotel fue desalojado de repente y todo quedó tal como lo dejaron sus últimos huéspedes. Sin embargo, la cocina, tras la barra, está limpia. Las cámaras y los armarios, vacíos. Sólo queda un bote de mayonesa sobre la mesa…

En los cajones de la barra hay libretas con facturas y cartas de precios de comidas y de las habitaciones: un pollo frito costaba 6,50 dólares, una gaseosa 1,50, y la estancia, con dietas y rutas a pie incluidas, valía desde 50 dólares, la más barata, hasta 80 (precios para extranjeros). En San Buena cuentan que DiCaprio rentó todo el hotel para él y una acompañante...

Tras la cocina hay otro puente colgante y cabañas, cada una con su nombre: La Libélula, La Paraba... y la otra piscina natural, menos conocida. Era para los clientes VIP, asegura Aquiles, esos que pagaban unos dólares de más por tener unas aguas privadas en las que relajarse.

“Se dice que algunos huéspedes llegaban en helicóptero, pero... ¿cómo? no hay donde aterrizar”, le comento a Aquiles. “Hay un helipuerto”.

Salimos de la zona de hamacas y emprendemos la subida de una colina por unas gradas. Pasamos ante una cabaña. “Aquí vivía Chito”, dice el lanchero. La puerta, como la de las otras casitas, está recubierta por una tela, con dibujos en tinta negra de animales, hecha con el material de algún árbol, opina el guía. Sin embargo, por dentro es diferente al resto: tiene más habitaciones, un pequeño salón y una cocina. “¿Él se preparaba la comida?”, pregunto. “No, se hacía traer de la cocina del hotel”. Hay un segundo piso que es una buhardilla, habitada por nuevos huéspedes: nerviosos murciélagos que se ponen a revolotear cuando asomamos la cabeza. Como al resto de las cabañas, a ésta le falta, claramente, parte del mobiliario.

Proseguimos el ascenso y pasamos cerca de otras dos cabañas. Luego, el camino está prácticamente oculto bajo los matorrales. Al final hay un pequeño helipuerto hecho de tablones de madera y con vistas al río Beni. Sin embargo, “nunca fue utilizado”, dice Aquiles. Los clientes llegaban en peque-peques (lanchas) que Chito contrataba, aunque luego tuvo sus propias embarcaciones”.

El gobernador de La Paz, César Cocarico, afirma que la propiedad es todavía del exprefecto. Al encontrarse éste encarcelado, el hotel está abandonado.

“El Alcalde debería habilitar eso. Podría servir para el municipio”, opina Manuel Sanginés, uno de los vecinos. Pero, por ahora legalmente no se puede hacer nada, salvo proteger el lugar que está perdiendo gran parte de su valor. Lo malo es que, en tanto se resuelve la situación legal, no se puede poner seguridad privada al Jatauba, pues si alguien debiera contratarla, son los propietarios, que siguen siendo la hija de Luis Alberto Valle, Maribel Valle Banzer, y la Sociedad Jatauba Hotelera y Servicios SA, de la que forman parte varias personas que también están siendo interrogadas por la Fiscalía. Hay que hacer un “proceso de recuperación del daño civil”, señala el Gobernador.

Uno de los objetos más codiciados del Jatauba, el libro de visitas, que podría aclarar si realmente acudieron todas las celebridades de las que se habla en San Buenaventura (DiCaprio, la cantante Thalía, el actor Harrison Ford...), ha desaparecido. En la Alcaldía afirman que está en posesión de la Fiscalía, pero desde la Gobernación niegan que eso sea cierto.

“Seguramente ellos (los familiares) han dejado de administrarlo justamente porque constituye un objeto que está sometido a un litigio”, opina Aldo Álex Castro, asesor General de la Gobernación. Y advierte de que, mientras continúen los saqueos y nadie cuide del lugar, su valor económico irá menguando.

A pesar de que el hotel es objeto de la investigación judicial (que tiene una duración de seis meses, prorrogables), las visitas privadas y los saqueos son habituales. Incluso, hay lancheros en Rurrenabaque que llevan turistas a visitar el hotel, como afirma Sergio Apana, guía turístico y dirigente del sector en Rurrenabaque. Asegura que, según datos de la Alcaldía de la localidad beniana, ya ha desaparecido el 80 por ciento del mobiliario y otros objetos.

“Me sorprende el hecho de que el hotel no esté resguardado”, reconoce Castro cuando se entera de la situación en la que se encuentra el lugar. Augura que, en el mes de septiembre, tras solucionar una recusación contra el fiscal que lleva el caso, se va a realizar una “inspección in situ” para ver en qué situación está el Jatauba y quién se va a encargar de custodiarlo.

Por el momento, ni la Alcaldía ni la Gobernación tienen postestad para poner seguridad al complejo. Esto “tiene que emerger de una disposición, ya sea del fiscal o del juez —explica Castro. Ahorita, nosotros no podemos jurídicamente realizar ninguna acción respecto al hotel, porque todavía es incierto lo que vaya a emerger del proceso. Una vez que haya acusación, el fiscal va a tomar una determinación”.

Respecto a los robos, Castro afirma: “Si existen saqueos, se tiene que ampliar las denuncias contra los autores”.

Valle y la Justicia: 10 años de historia

Luis Alberto Valle Uría y su relación con la Justicia boliviana se remonta a 10 años atrás, cuando se le empezó a juzgar por varios delitos cometidos durante su etapa como Prefecto de La Paz (1997-1999): uso indebido de influencias, conducta antieconómica, contratos lesivos al Estado, etc. Este proceso terminó el 30 de junio con una sentencia de ocho años de cárcel, que Valle está cumpliendo en el penal de Sucre.

A raíz de las investigaciones para los hechos por los que se le ha encarcelado, salió a la luz el tema del Jatauba: “Se supone que (lo) compra con recursos que provienen de actos ilícitos”. El salario que percibía rondaba los 12.000 bolivianos, por lo que no pudo comprar, se dijo, el hotel con sus propias ganancias.


3 comentarios:

  1. yo estuve ahi eso era maravilloso, txus

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  2. Estuvimos hace ocho años tres amigos de Pamplona, y me parecio un lugar maravilloso en un lugar privilegiado, tiene tres cascadas naturales, con sus correspondientes piscinas. aislado de todo tipo de civilacion por un rio, el Beni que es muy caudaloso.Tambien conocimos al propietario, el Sr. Chito Valle, la verdad que era un tipo peculiar, simpatico y agradable, incluso llegamos a compartir la mesa en una cena. apenas habia clientes, slo estabamos nosotros tres y dos canadienses. espero poder volver algun dia, cuando todo ese problema se solucione y vuelva a ser el lugar que conocimos. patxichat@gmail.com

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  3. Está muy bien que difundan el tema pero falta citar dónde se publicó: en la revista "Escape" del periódico La Razón, el 21 de agosto de 2011. Autora: Gemma Candela. Fotos: Eduardo Schwartzberg

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