domingo, 20 de marzo de 2011

CHUCHULAYA Retorno de la VIRGEN escondida

Al ingresar a la iglesia de Chuchulaya, inevitablemente la mirada se dirige a la escultura de la Virgen, la que si bien religiosamente representa a la natividad, en la tradición de la población de Chuchulaya ha sido bautizada como Virgen de la Estrella. Así es debido a la luz que la gente asegura que se ve que emana del centro de la frente: eso sí, solamente cuando una persona es devota.

Extrañamente, aquel 8 de septiembre del 2010 todos, propios y extraños, pudieron notar el resplandor, tal vez porque este día se llevaba a cabo la fiesta en la que los forasteros provenientes de la ciudad de La Paz —conocidos como los novenantes, por los nueve días que en la época colonial la iglesia asignó a las celebraciones de la Virgen María— agradecen por las bendiciones recibidas, reafirmando su devoción a través de la peregrinación y de las danzas que realizan en su honor.

Algo que llama la atención es la ausencia de los lugareños en esta celebración. Gerardo Navia, nacido en Chuchulaya pero radicado en la sede de gobierno, recuerda “que siempre ha sido así, que el pueblo nunca ha participado de la fiesta, es netamente de forasteros; los del pueblo tienen su fiesta el 16 de julio en homenaje a la Virgen del Carmen”. Se dice que este hecho responde a que la imagen es milagrosa con los de afuera y no así con la gente del lugar.

Mientras se escucha la misa de mediodía, en el momento en que el padre reza: “Creo en Jesucristo su único hijo”, miradas de complicidad se cruzan entre los presentes. Ocurre que en el altar hay seis niños Jesús: el minero, el chofer, el doctor, el waca, el llamero y, el más singular de todos, el Niño diablo. En devoción de este último, porque los niños también son considerados como milagrosos, se creó la fraternidad los Diablillos Rojos de Chuchulaya.

Al término de la misa y como es costumbre en las fiestas religiosas del área rural, se saca de la iglesia a la patrona de Chuchulaya, para recorrer con ella las cuatro esquinas alrededor de la plaza. Delante y en forma alineada, seis mujeres llevan en brazos sendas imágenes del Niño.

En el siglo XIX, Chuchulaya era un centro de comercio que abastecía de caña de azúcar a la parte altiplánica. “Se llevaba en mulas productos a Tipuani, Guanay y Mapiri, y se regresaba con quinua a Sorata”. Alrededor de la plaza se puede observar los balcones de tipo colonial que, en aquella época, servían para observar la corrida de caballos y la pelea de toros, dice Navia.

Perteneciente a la provincia Larecaja del departamento de La Paz, con una altura de 2.828 metros sobre el nivel del mar, el pueblo es bendecido por un clima cálido. Destaca en su paisaje el imponente ceibo de la plaza principal, el que según Gerardo Navia tiene un ancho que se puede abarcar solamente si siete hombres lo abrazan agarrados de las manos.

Al llegar a Chuchulaya por Ancoraimes se atrapa con la mirada el territorio al que se desciende por un camino de curvas que parecen interminables. En este día de fiesta se ha programado una reunión con todas las fuerzas vivas del lugar, pues hay que tratar un tema extraordinario.

La socióloga Silvia Rivera, cabeza del grupo de trabajo El Colectivo, explica las razones de la visita: conocer un lienzo de la Virgen de Chuchulaya, que podría incluirse en una muestra de arte fuera de Bolivia. Si el pueblo acepta, se podría pensar en la restauración de la obra.

Aprobada la inspección, la caravana regresa a la iglesia. Cruzando por una frágil puerta de madera se llega a la sacristía, que en realidad es un cuarto lleno de objetos y reliquias en mal estado, cubiertas de polvo por la falta de vidrios en las ventanas. Ahí, entre objetos tirados en el piso, está la razón del viaje de El Colectivo.

La impaciencia es enorme, pero hay que esperar al responsable de la custodia de aquel bulto enrollado en una cubierta de plástico. Llega con el ceño fruncido, seguramente porque se le obliga a dejar un momento la fiesta que delata la mixtura en su cabeza. Sin decir palabra alguna, levanta el rollo sobre su hombro, lo saca del cuarto húmedo y polvoriento, dejándolo caer pesadamente sobre el piso frente al altar. Todo esto hace lanzar suspiros a la comitiva y mueve a agarrarse la cabeza como gesto de desconcierto ante tal falta de cuidado.

Helena Castaños, la especialista en restauración que ha llegado desde Colombia en la madrugada de aquel día, toma las riendas. Después de liberar el lienzo de su camisa de plástico, lo desenrolla con suma delicadeza hasta dejarlo completamente extendido. En el proceso, como en cámara lenta se ve aparecer uno a uno los 10 milagros que inspiraron al autor (anónimo) a pintar esta obra de arte. Éstos están pintados en la parte inferior y a los dos costados de la figura de la Virgen.

La mayoría muestra milagros de sanación, no por nada la etimología aymara de Chuchulaya es Chujchu, que significa paludismo, y laya: casta o lugar. Manuscritos del siglo XVIII hacen referencia a un pueblo enfermo, como indica en su estudio sobre el sitio Gabriela Behoteguy (2010).
El lienzo María Sma. de la Natividad y su Milagrosa Ymagen de Chuchulaya, con una dimensión de 283 cm x 207 cm y fechado en el año 1732, revela en este momento, ante la mirada de todos los presentes, que su esencia, tal cual lo asentó Behoteguy, va más allá del valor artístico o religioso: su principal valor es cultural, ya que representa la identidad histórica del pueblo de Chuchulaya, recoge sus lugares, sus paisajes, y los hechos que marcaron a sus vecinos. Se sabe de la existencia de una anterior iglesia, de su traslado desde Rosasani (pueblo viejo) a Rosaspata (pueblo actual), además de la pugna entre españoles e indígenas por la tenencia de esta Virgen Milagrosa.

El cuadro, a pesar de lo dicho, con los años sufrió el encierro y el olvido a causa de un intento de robo perpetrado por el año 1997 y que cerró una cadena de asaltos que despojaron al templo de cuadros, joyas y ornamentos valiosos.
Es cierto que aquella vez el robo fue frustrado: se cuenta que en el momento en que los ladrones pretendían llevarse los cuadros de la iglesia y se encontraban recortando el lienzo de la Virgen de Chuchulaya de su marco, el cuadro se desplomó con tal estruendo que hizo temblar la iglesia. Los lugareños despertaron, corrieron hacia su templo y espantaron a los ladrones.

Este hecho se considera en el pueblo como otro milagro de la imagen que no quiso ser robada, como indica el estudio de Behoteguy.

En la Semana Santa del año 2009, Gabriela Behoteguy supo del cuadro cuando realizaba el trabajo de campo para su tesis de licenciatura en Antropología. En aquella oportunidad conoció a un anciano, Porfirio Froilán Pinto, quien además de contarle sobre la Virgen, y a diferencia de la mayoría de las personas del lugar, se acordaba de la existencia de la pintura. Gracias a esto se encaminaron las gestiones para su restauración, incluyéndola en el proyecto internacional de arte llamada Principio Potosí.

Otro milagro y un largo viaje

Helena observa todos los detalles del maltrecho cuadro, hace anotaciones en las que consigna los daños causados por el tiempo y la forma en la que estuvo guardado, las condiciones climáticas y las heces de ratón claramente acumuladas.
Los lugareños la escuchan cuando la experta les dice que si el lienzo sigue en esas condiciones, prácticamente será imposible hacer algo para salvarlo.

Una comisión del Ministerio de Culturas y representantes del Gobierno Español llegarían en el mes de diciembre del 2010 para recoger la obra de arte y emprender los trabajos de restauración.

Reluciente, el cuadro viajó a Madrid (Museo Reina Sofía) y Berlín (Haus der Kulturen der Welt), donde se expuso en la megamuestra que confronta el arte colonial boliviano con las expresiones contemporáneas del mundo, para poner en cuestión las relaciones coloniales.

Desde el mes de febrero, la historia de Chuchulaya se puede leer gracias al cuadro en el Museo de Etnografía y Folklore (Musef) de La Paz, donde ha recalado la exposición Principio Potosí.

Sin embargo, el momento que todos los implicados en este periplo esperan es cuando la Virgen retorne a su lugar de origen y milagros. Este cronista espera estar allí para el momento del reencuentro.

1 comentario:

  1. Excelente articulo, muy bien analizado que une la fe católica con la creencia popular, esta mezcla de ritos que solo pueden poseer a naciones conquistadas donde se impuso una nueva fe, pero permanece la raíz,Ecelente

    ResponderEliminar