domingo, 7 de septiembre de 2014

Miradores: Paisajes desde los 4.000 metros



El abismo se extiende al horizonte, donde casas de ladrillo, sin ninguna fachada o color de pintura que las diferencie, se amontonan a las faldas de una ciudad de altos edificios y el coloso Illimani como telón de fondo. Detrás de la parada del teleférico de la Línea Roja, en la zona 16 de Julio de El Alto, una serie de viviendas aprovecha su ubicación a orillas del precipicio y en las cercanías de las cabinas, para abrir sus puertas a turistas dispuestos a disfrutar de una vista inolvidable de La Paz a 4.070 msnm.

“Welcome to El Alto’s Wiewpoint” está escrito en uno de los anuncios más grandes (casi estilo banner) en una casa de la avenida Panorámica que se alcanza a ver a cinco metros de distancia. Significa algo así como “Bienvenidos al mirador de El Alto”, esto sin tomar en cuenta que “el error de dedo” haya hecho que la “w” saliera impresa en lugar de la “v” en “Viewpoint”. De esta forma, los domicilios circundantes se apropiaron del paisaje alteño sacando provecho monetario al privilegio de vivir tan cerca de las nubes.

Pero este aviso no solo convoca a turistas de habla inglesa, sino también a los de lenguas romances como la francesa —“Bienvenue a ce point de sue unique”—, e incluso a los de germánicas occidentales —“Willkommen am aussichtspunkt von El Alto”—. Es solo hasta cuando se abren las puertas del garaje (donde también dice “Entrance”, “Entreé” y “Eingang”) que se divisa el otro banner que cuelga de las ventanas y que recibe a la gente con una gran bienvenida en español y con un perro negro que ladra sin cesar.

A veinte pasos a la izquierda de este hogar se ve, en lo alto de un poste de luz, un pequeño cartelito de 20 x 10 centímetros aproximadamente que reza: “Watch the amazing landscape of La Paz - Knock the garage” (“Mira el increíble paisaje de La Paz - Toca el garaje”). Solo el que está muy atento al anuncio ve aparecer después, tras la puerta ploma de hojalata, a una mujer de la tercera edad: María Apaza, o doña María, que es como la llaman los vecinos.

“Cuando el teleférico empezó a funcionar, me di cuenta de que había mucha gente que venía a ver la ciudad. Es por eso que decidí convertir mi terraza en mirador”.

Madre de dos varones y tres mujeres, cuenta que una de sus hijas se casó con un suizo y se fue con él a trabajar a su país para pagar la casa donde vive ahora doña María. “Mi hija ahora ya no quiere regresar. Ya no le gusta esta ciudad”, dice con la nostalgia escondida tras sus lentes. Ella se fue a trabajar a Europa para poder tener una casa, y ahora que ya es propia, decidió cambiar al imponente Illimani paceño por los famosos Alpes suizos, lamenta la madre.

Más allá de eso, y a pesar de las carencias que pueda tener, doña María no guarda apariencia de persona usurera, pues el aporte por ingresar a su terraza a disfrutar del paisaje, sacar fotos, además de una breve explicación de la ubicación de cada lugar que se observa, es voluntario; aunque dice que los del otro garaje tienen un precio establecido por el servicio.

Para brindar la explicación, doña María divisa el horizonte y empieza por la avenida más cercana, apuntando con su dedo índice para mostrar con más precisión las zonas de la ladera. “Al centro está la avenida Alto Mariscal Santa Cruz; a su izquierda está La Portada, Kollasuyo y Munaypata; a su derecha, Villa Victoria, zona de balazos y revoluciones, y el cementerio, donde las almas descansan en paz. Más allá, donde se ven las ch’ampitas, es Pampahasi”.

Luego de eso, alza la vista para mirar de frente los imponentes cerros o achachilas, como les dice: “Hacia la derecha está el Illimani. A su izquierda lo acompañan el Mururata, Tres Cruces, La Cumbre y Chacaltaya, que está quedando sin hielo”.

Al finalizar la exposición, asegura que antes de la conclusión total del teleférico, tenía más clientes. “Antes venían como mínimo tres turistas al día, especialmente los días de feria que son jueves y domingos”.

La principal razón para la disminución de turistas en las casas particulares es, a decir de uno de los miembros de la junta vecinal, la construcción de una segunda infraestructura, aparte de la parada de las cabinas, donde los visitantes encuentran un amplio comedor, que cuenta con su propio mirador, además de salas auditorios donde se realizan eventos como exposiciones fotográficas, entre otros.

“Ese mirador es gratuito”, resaltó el dirigente, “le quita la posibilidad de ganancia a los vecinos de la avenida Panorámica”.

Desde el mirador del comedor, el paisaje se fusiona con los cables y la torre del teleférico. Sin embargo, eso no impide que tanto turistas locales como extranjeros lo disfruten y saquen fotos del horizonte.

Jenny Huanca y Jhonatan Laura se aproximaron al mirador después de haber desayunado en el comedor. Oriundos de El Alto, aseguran que no se cansan de mirar semejante vista, además de alabar el sistema de transporte aéreo que posibilita recorrer el panorama desde las alturas.

Pero ellos no son los únicos maravillados, Wanda de Lervil y Robin Bernliard, una pareja que llegó desde Holanda, no para de sorprenderse. “A pesar de que hemos visto teleféricos en muchos países, no hemos experimentado en ninguno de ellos este hermoso paisaje”, afirma Robin.

El horizonte se alza a lo lejos. De repente sopla un viento gélido mientras los rayos del sol se estrellan contra los rostros alteños y foráneos y contra miles de calaminas que los reflejan como espejo. Desde lo alto, se divisan nidos de ladrillo que llegan hasta los cerros, moradas que abrigan y protegen del frío a sus habitantes.




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