lunes, 18 de enero de 2016

La borrachera, punto en contra de la turística laguna de Achocalla



“Estoy viniendo por primera vez a este increíble lugar, pero apenas he cruzado el lago, vi un grupo de muchachas que apenas se podían parar de borrachas y no vi ni un policía que realice el control”, cuenta el joven visitante Alfredo Cocarico.

La Razón visitó la laguna de Achocalla, ubicada a 30 kilómetros de la ciudad de La Paz y que está en la jurisdicción del municipio de ese mismo nombre.

El remanso, de unas siete hectáreas, es un centro turístico al que acuden cada fin de semana entre 2.500 y 3.000 personas atraídas por el paisaje y el clima. Sin embargo, el expendio y excesivo consumo de bebidas alcohólicas golpea su imagen.

“Casi siempre vengo, es lindo para distraerse, pero grave toman aquí, se debería prohibir (...). Más tarde será peor”, dice María Villca, una madre que está acompañada de sus dos pequeñas niñas.

Visitantes. Los turistas que llegan a Achocalla cada fin de semana, buscan un momento de expansión, lejos de las tensiones de la urbe paceña.

En este municipio hay quintas de recreo, coches de motor monoplaza, cuadratracks, bicicletas, paseos a caballo, en botes de remo y pedal por la laguna, además de los globos acuáticos.

En torno al espejo de agua hay 28 puestos que venden comida, aunque también expenden bebidas alcohólicas. La Razón constató que exhiben y ofrecen una diversidad de productos.

Esto sin contar los restaurantes de las calles aledañas y las tiendas de barrio, en cuyas puertas se apilan cajas de cerveza listas para la comercialización.

También comprobó la presencia de jóvenes y uno que otro adolescente que se embriagan a la vista de todos. Este diario no vio policías o guardias municipales que frenen el expendio de alcohol a menores de edad y que ellos lo consuman —prohibido por la Ley contra el Expendio y el Consumo de Alcohol— al igual que el tránsito de personas ebrias, embriagarse en vía pública o sitios de recreo entre otros (artículos del 19 al 23).

La Policía Boliviana es, según la norma, la institución encargada de hacer cumplir todas esas prohibiciones.

“Mucho toman aquí los jóvenes. Lunes y martes vienen más a (embriagarse) porque es más vacío, pocos botes nomás hay”, asegura Juan Daniel Pascual, un adolescente de 14 años que trabaja hace un año al mando de una lancha a pedal de su tía.

“Aquí los quioscos venden trago, pero la mayoría se trae de la Ceja (El Alto) para tomar todo el día”, agrega el entrevistado.

Fernando Flores, joven que visita este valle junto con su pareja, explica que lo hace porque “el paisaje es maravilloso. Lo malo es que la mayoría de los jóvenes vienen a consumir alcohol y eso le da un mal aspecto al lugar. Estos puestos ofrecen más alcohol que comida. Además, el agua está más contaminada”.

El alcalde de Achocalla, Dámaso Ninaja, del Movimiento Al Socialismo (MAS), sostiene que realizan a diario operativos de vigilancia en torno al estanque con el fin de evitar que los puestos de venta expendan bebidas destiladas, fermentadas, etc.

“Nosotros —agrega— controlamos de manera constante a través de la Intendencia Municipal; diariamente realizamos operativos, pero en muchos casos los jóvenes se traen bebidas de la ciudad de La Paz o de El Alto, y es difícil controlar eso, se ponen a beber a escondidas. Cuando les detectamos, les decomisamos (los productos), pero no siempre se puede”.

Sin embargo, Ramiro Nina, oriundo de Achocalla, asegura que eso es falso. “Los del sector del lago no quieren que haya control policial, porque ellos mismos se dedican a vender alcohol. Por eso creo que hay que concientizarles para que no vendan a los menores de edad, porque después ocurren situaciones peligrosas”.

Según el vecino, hace 10 años había brigadas escolares, conformadas por estudiantes de secundaria, que se encargaban de controlar la zona, aunque en esa época no había tanta afluencia de visitantes como hoy.

La Razón acudió al retén de la Policía Fronteriza, ubicado a pasos de la plaza principal del pueblo, con el objetivo de consultar sobre las acciones de vigilancia que realiza la fuerza pública.

Un suboficial, que no quiso ser identificado, se niega a dar información. Aduce que es su superior quien debe hacerlo. Sin embargo, él no se encuentra en las oficinas en ese momento, lamenta.

Este medio intentó en varias oportunidades comunicarse con el jefe a cargo, quien no contestó su teléfono móvil.

Rosario Condori, atiende un puesto que expende viandas y donde una pareja de jóvenes consume cerveza, dice que tiene permiso municipal y que “paga impuestos”. Cuando se le consulta si cuenta con autorización de expendio de licores, cerveza y otros alega que el negocio es de su madre y que ella solo fue a ayudarla.

Desechos. También hay turistas que se quejan de la basura que excursionistas echan en los alrededores y en la laguna.

“Sobre la basura, contamos con personal de limpieza que realiza esta labor”, sostiene Ninaja.

Juan Daniel, quien gana Bs 50 por jornada laboral manejando un bote a pedal, menciona que si bien los municipales barren los lugares aledaños al remanso, son los dueños de las embarcaciones quienes cada viernes se organizan y efectúan la limpieza de la zona y del mismo embalse.

Aunque en su recorrido La Razón vio botellas desechables y papeles en los alrededores, el estanque estaba libre de basura.

A diferencia de otros años, en el área de los puestos de platos especiales hay papeleros, “aunque la ciudadanía no está muy acostumbrada a usarlos”, dice Eugenia Ramírez, una de las lugareñas.

Las lanchas impulsadas con el movimiento de los pies cuentan con pequeños basureros en los que los usuarios pueden echar sus desechos sólidos.

Dar un paseo de media hora por este espejo de agua cuesta Bs 24 por persona. El recorrido incluye la visita a la gruta de la Virgen de Copacabana, a la Boca del Sapo —donde hay quienes arrojan monedas mientras piden un deseo— y el paso por el “túnel líquido”, un espacio de donde salen pequeños chorros que se entrelazan en el aire formando un paso.

Los encargados de manejar las embarcaciones, sean a remo o a pedal, en su mayoría son menores de edad, niños y adolescentes. “Yo trabajo desde mis 13 años, hoy tengo 15 y mis hermanitos menores igual trabajan”, expresa Pedro.

Pamela, con sus escasos siete años, mueve los remos con gran destreza, mientras lleva el bote de su madre a la orilla de la laguna para que los visitantes puedan tomar sus servicios.

Sin embargo, los botes a remo construidos de madera tienen filtraciones, cuyos encargados sacan el líquido con ayuda de un recipiente mientras navegan.

En las lanchas impulsadas por palancas ingresan hasta cuatro personas, aunque este diario vio una con cinco; y son las únicas que tienen sobre la cubierta un viejo neumático como salvavidas.

Municipio colinda con el de La Paz

Habitantes

Achocalla colinda con los municipios de La Paz y El Alto, pertenece a la provincia Murillo del departamento de La Paz. Se calcula que tiene más de 16.993 habitantes, quienes se dedican al turismo, a la producción ganadera y agrícola.

Creencia

Los comunarios de Achocalla tienen la convicción de que la laguna es peligrosa para nadar y peor si la persona es ajena al lugar.

Descontento

Pamela Callisaya

‘Los borrachos le dan mala fama al lugar’

“Es un lugar lindo para visitar con la familia, venimos de vez en cuando y justamente hemos visto ahorita a unos jóvenes ebrios. Eso le da mala fama a este lugar porque vienen a beber aquí, luego los borrachos se caen al agua; es peligroso y también es un mal ejemplo para los niños que vienen aquí y están jugando y mirando cómo beben los jóvenes sin ningún tipo de control. Si usted ha visto, no hay ningún policía en el lugar”.

María Villca

‘Deberían prohibir que se vendan bebidas’

“Casi siempre vengo, es lindo para distraerse aquí, pero grave toman los jóvenes, eso deberían prohibir porque éste es un lugar para la familia. Más tarde será peor, allá unos chicos están tomando, todos estos puestos venden alcohol, con la comida ya les dan. Raro sería ver un policía caminando por aquí. Vienen los turistas y es una vergüenza que vean estas cosas, se llevan mala impresión”.

María Apaza

‘La gente come y echa la basura al agua’

“Soy de El Alto y vendo aquí porque es lindo este laguito. Vine por primera vez el año pasado y vi que unos hombres tomaban. Los policías se aprovechan de eso; yo vi que un caballero tomaba y los policías lo vigilaron largo rato hasta que le sacaron dinero y luego se lo llevaron a otro lado, yo he visto eso. Otra cosa también que hay que decir, es que el lago estaba bien sucio, la gente come y echa todo al agua o a los alrededores”.


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