domingo, 31 de agosto de 2014

Quime, por las aguas calientes

La vista desde las aguas calientes de Quime no tiene comparación. Vegetación única, aire puro y un balneario natural son la perfecta combinación para salir de la tensión física y emocional que deja la modernidad de las ciudades.

Son las seis de la mañana y el jeep todoterreno espera en la plaza principal de Quime para transportarnos a las aguas termales, meta a la que se debe llegar atravesando las comunidades de Molino Pampa, Jukumarini y Sallaitita.

Pese al intenso frío en las faldas de la cordillera Real, no se puede evitar abrir la ventana del vehículo para aspirar el intenso aroma de los árboles de eucalipto que rodean la segunda sección de la provincia Inquisivi, en el departamento de La Paz. El camino sinuoso lleva a la puna, desde donde se ve el cerro Turini, una formación geológica que parece cortada en rodajas, donde los más intrépidos pueden practicar rapel, un deporte extremo.

Detrás de esa formación se encuentra la cordillera Oriental y sus nevados con un fondo de cielo azul intenso. Abajo, los bofedales son el punto de encuentro para aves características del lugar y caballos que caminan con total libertad.

Luego de casi 40 minutos de viaje en vehículo, tras haber recorrido 23 kilómetros de carretera, un riachuelo separa el camino, desde donde comienza una caminata de casi cuatro kilómetros entre matorrales y una angosta vía. Para arribar a las aguas medicinales se deben sortear cuatro cerros en una senda colmada por vegetación, piedras pizarras y restos de hielo, con un par de casas de cascajo con techos de paja.

Entre subidas y bajadas se aprecia hacia abajo el sector de los Yungas paceños y hacia arriba los cerros nevados, con cascadas cuyas aguas terminan en el río Quime.

Después de transcurridos aproximadamente 50 minutos de caminata termina el sendero y se llega a un par de caídas de agua que confluyen en un balneario natural, con paredes de piedra artesanal, con una extensión de cinco por cinco metros y con el agua caliente que llega hasta la cintura. Durante el recorrido a las aguas se ha subido desde los 3.000 metros sobre el nivel del mar a los 3.400 metros.

Marcial Huanca Suárez, uno de los guías de turismo clásico de Quime, cuenta que cada semana llegan unas tres familias para sumergirse en las aguas calientes, para descansar, desestresarse y disfrutar de la naturaleza virgen.

“Este lugar ha sido descubierto por los comunarios que se han venido a asentar en la región, allá en los años 50 del siglo pasado. Durante el auge de la minería, los trabajadores de las minas Pacuni y Huichincani venían a este lugar para bañarse”, explica el guía turístico.

El ojo de agua se encuentra a unos 500 metros de la piscina artesanal, por lo que la temperatura es de aproximadamente 70 grados Celsius. Al lado izquierdo hay otro riachuelo por donde baja el líquido en su estado natural. Los comunarios abrieron una senda que junta ambos afluentes y baja la temperatura del líquido en el balneario a unos 45 grados, agradable para pasar un buen rato en el jacuzzi de piedras con una vista sin igual.

Para mejorar la estadía de los visitantes, el Gobierno Autónomo Municipal de Quime ha proyectado la construcción de quioscos y la instalación de basureros, con el fin de que este lugar mantenga su riqueza natural y sea visitado por turistas bolivianos y extranjeros.

Tras la saludable inmersión ha llegado el momento de retornar hacia Quime y repetir la caminata de subidas y bajadas que muestran un panorama de paisajes nevados, bosques, puna y valle, con el único sonido del agua que fluye por los ríos que no se ven pero sí se escuchan.

En Quime existe la creencia de que las personas que visitan el municipio deben retornar. Y así debe ser.




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